Star Wars | Estados Unidos, 1977
Escrita y dirigida por George Lucas
Reparto: Mark Hamill, Harrison Ford, Carrie Fisher, Peter Cushing, Alec Guinness, David Prowse, Kenny Baker, Anthony Daniels y Peter Mayhew
Cinematografía por Gilbert Taylor
Musicalización por John Williams
Edición por Richard Chew, Paul Hirsch y Marcia Lucas
Producida por Gary Kurtz y Lucasfilm
Distribuida por 20th Century Fox
“You have taken your first step into a larger world.”
— Obi-Wan Kenobi.
Star Wars es quizás uno de los tópicos más apasionantes y difíciles de tratar dentro del mundo del cine.
George Lucas entrega esta cinta tras haber creado un himno generacional inolvidable con American Graphitti, y una obra maestra de comentario social disfrazado en el velo del cine de género en THX 1138. Star Wars es todo un parte aguas dentro de la cinematografía comercial, cambiando los paradigmas de las superproducciones hollywoodenses — filmada bajo el auspicio inicial de 20th Century Fox, pero tratada como un proyecto independiente y alejado de cualquier intervención, donde Lucas logra salirse con la suya en todo momento.
Es el éxito inusitado de esta cinta lo que da como resultado una franquicia imparable, lucrativa, objeto de devoción, crítica, repudio y un ejemplo a seguir, inspirando a otros esfuerzos fílmicos que han emulado (en mayor o menor medida) sus preceptos como obra multicontenido/multimedia.
Esta película surge dentro del período en el que Hollywood vio nacer a los “Movie Brats”, los infantes terribles cuyo output raya entre lo maravilloso, provocativo, visceral, honesto y trascendental. Martin Scorsese, Steven Spielberg, Brian de Palma, Francis Ford Coppola y George Lucas son sinónimo de una camada de artistas cuyo talento le ofrece al cine una fuente inagotable de material que polariza opiniones, evoca emociones genuinas, procesos de pensamiento interesante, y entretenimiento al alcance de todos.
Star Wars desafía toda categorización, a pesar de que se nutre de elementos western, buddy comedy, paisajes Antonioni-escos, y una clara premisa de que Akira Kurosawa is the best director on Earth (no en balde, Lucas apoyó a este genio japonés al financiar y distribuir Kagemusha, quizás arrepentido por tomar sus clásicas transiciones en cada escena y diversas secuencias de clásicos como The Hidden Fortress y Yojimbo).
Star Wars no está libre de críticas, pero entre todas sus imperfecciones — una edición dispar que provoca momentos chuscos; wonky continuity que surge por la simple premisa de que no se esperaba que trascendiera como un movimiento cultural definitivo — logra destilar emociones muy básicas, primordiales, a medida que tuerce a la ciencia ficción y al relato fantástico para elevarla a la atmósfera metafísica, del ansia juvenil, del sentido de auténtica familia, con escenas donde sus protagonistas Luke Skywalker, Princess Leia y Han Solo discuten acaloradamente tras salvarse dos veces de morir dentro de la impresionante Death Star. No cabe duda que esta unión a través de la disonancia es uno de los momentos más finos dentro del cine.
Y es que Mark Hamill, Carrie Fisher y Harrison Ford enarbolan arquetipos conocidos y los elevan a momentos cándidos donde la aventura impera en todo momento. Alec Guinness, como el legendario Obi-Wan Kenobi, es el hombre sabio que conoce todas las respuestas y que sabe esconder las verdades (¿realmente crees que olvidó a los Droids? Precise selective memory all the way, baby), y el tándem insuperable de David Prowse y James Earl Jones crean al villano definitivo en Darth Vader, completamente autoritario con el sutil manejo de una determinación que raya en lo mortífero. Star Wars es emoción al cien por ciento, a diferencia del entorno pesimista de sus secuelas y la sensación de peligro y resignación que impera en sus precuelas en cada instante.
Uno de los puntos clave es su breve pero efectivo uso del world building. Lucas logra una mesura en la cantidad de elementos que hacen crecer a esta gran mitología. Un mundo aquí, una especie extraterrestre allá, una estepa, un ambiente mecanizado, aeronaves de combate simples y gigantescas. Lo que Star Wars logra es despertar la imaginación, donde no se necesita mostrar todo el alcance de la tropa rebelde para hacer sentir su esperanza y convicción por lograr un objetivo casi imposible. Ejemplos como estos hablan de un esfuerzo consciente por motivar el involucramiento de la audiencia en base a caracterizaciones sólidas.
Lo que nos lleva a apreciar a Star Wars es su inocencia, su sentido de asombro, de No Borders, No Nonsense, Anything Goes, donde sus personajes son puestos en el pedestal de la idolatría, del culto. This is an important, essential piece of cinema history.
Desafortunadamente, hablar de esta saga nos lleva a analizar además su posterior evolución, a ser testigos de un proceso de degradación, mutilación y un obsesivo control de calidad sobre el material original impuesto por su creador, que paulatinamente ha deshecho todo esfuerzo objetivo para tratarla como el milestone y obra de arte que fue tras su estreno en 1977.
Las remasterizaciones no solamente cortan de tajo esa perspectiva, sino que amplifican el hecho de que la cinta es única en su género, que las vicisitudes que la crearon no pueden ser repetidas — editada hasta la muerte por Marcia Lucas y reescrita incesantemente por el director y puesta bajo el escrutinio de sus colegas más cercanos, donde las magníficas ilustraciones de Ralph McQuarrie crearon a su vez una atractiva estética visual que ha vencido el paso del tiempo. Todo esfuerzo cosmético por perfeccionarla diluye ese entusiasmo original de prueba y error en la que fue concebida.
No matter what, la versión original libre de aditivos de Star Wars es el testamento de una mente prodigiosa – aunque en un estado contemporáneo de letargo — cuyas ideas han mantenido viva a la idea del cine como un lugar sin ataduras, dispuesto a emocionarnos, inspirarnos y guiarnos para encontrar sensaciones que se identifican con nuestras almas.