Red State | Estados Unidos, 2011
Escrita y dirigida por Kevin Smith
Reparto: Michael Parks, John Goodman, Michael Angarano, Melissa Leo, Kerry Bishé, Nicholas Braun, Kyle Gallner y Kevin Pollak
Cinematografía por Dave Klein
Edición por Kevin Smith
Producida por The Harvey Boys y Jon Gordon
Distribuida por SModcast Pictures, Lionsgate, Entertainment One y Phase 4
La filmografía de Kevin Smith ha sido un objeto de estudio tanto para mis amistades más cercanas (tanto aficionados como connoisseurs) como para mí. Smith ha sido un estandarte de la cultura pop norteamericana, cuyo ingenio y facilidad para construir situaciones inverosímiles a través de diálogos y conversaciones que logran dar en el blanco para detonar tanto dramatismo, crítica institucional, sátira, comedia de risa loca y romance lo consolidan como uno de los realizadores (calificativo con el que se describe a sí mismo) más importantes en la escena independiente del séptimo arte, cuya influencia lo logra colocar siempre en el ojo del huracán.
Red State coincide con una etapa en su vida profesional donde se ha convertido en sinónimo de controversia. En claro curso de colisión con las instituciones, Smith ha logrado amasar una identidad online que tanto entretiene como causa escozor entre lo que es “correcto”, en una nación americana contemporánea cuyos niveles de susceptibilidad han crecido a niveles exponenciales, donde cualquier comentario causa el escrutinio, la crítica, la alabanza y la acción legal.
Red State debuta en el festival de Sundance 2011 bajo el controvertido anuncio de que Smith deja atrás el modelo de Hollywood de buscar un distribuidor, llevando él mismo a su film de gira, cobrando a los fans que deseen verla en salas de cine establecidas alrededor de la Unión Americana, con apariciones especiales del cast y sesiones de preguntas y respuestas con la audiencia, siendo esto todo un hito en el mundo moderno del cine, y colocándolo en una espiral de crítica y malos augurios por parte de la prensa especializada.
De igual forma, Red State establece un parte aguas en su carrera en el cine, donde su filmografía se había mantenido con un estándar en particular fijado en character pieces de la juventud norteamericana quienes juegan un papel preponderante, donde su percepción del mundo a su alrededor genera situaciones perfectas para retratar la incertidumbre de un país cuya diversidad es una de sus cualidades únicas, pero que también lo llevan a un riesgoso estado de caos que merece ser estudiado, y cuestionado si es preciso.
Esta vez, Red State logra sintetizar una reflexión que se viene gestando paulatinamente en la persona de Kevin Smith. Conjugando tres ideas fundamentales, esta película es una cautionary tale sobre la excesiva devoción que la población en América tiene sobre El Sexo, La Religión y La Política.
Smith presenta estos tres conceptos, y los coloca dentro de un arco narrativo bajo un aderezo del cine de género, en este caso el slasher film, toda una aventura para un realizador cuya lista de films presenta una carga 100% dramática y personal.
Pero también Red State presenta momentos interesantes entre toda la ultraviolencia, lenguaje soez, sangre y acción frenética. Michael Parks y John Goodman representan arquetipos que Smith utiliza para hacer una crítica muy dura sobre el fundamentalismo religioso y los excesos en la administración de justicia en América, con una dicotomía muy interesante entre la Primera y Segunda Enmienda que pone de manifiesto a un cineasta con un entendimiento pleno de que su país está en un momento muy importante de cambio y que necesita no una revolución, sino una concientización.
El triunvirato formado por Michael Angarano, Kyle Gallner y Nicholas Braun son el conducto para que Smith destile su característico sello cómico y visión ligera del sexo en la sociedad, pero con repercusiones severas cuando se convierte en una obsesión. Smith logra destilar su desinhibida opinión del sexo, dándole un giro macabro, quizás consciente de lo nocivo que una actitud abierta ante este tema puede provocar en la vida en sociedad.
La labor histriónica del reparto es sumamente fascinante, logrando que Red State sea ante todo una exploración de ideas. Desafortunadamente, las ideas son expuestas bajo una fórmula cinematográfica que presenta muchísimas áreas de oportunidad, donde el experimento estilístico de Smith le cobra una factura muy cara.
Esta es la primera cinta donde la edición de Kevin Smith resulta ser decepcionante. Con excepción de Mallrats (editada por Paul Dixon), Smith ha llevado un montaje consistente, que en Red State sufre sobremanera cuando la exploración de las ideas superan a la continuidad narrativa, donde los efectivos monólogos se mezclan con una falta de contexto que refuerce las convicciones de sus protagonistas, en donde el personaje de John Goodman sufre ante esta limitante, cuando su sentido de lo correcto y apego a la ley se transforma fácilmente en conformismo ante el aparato burocrático.
Esta falta de preámbulos se combina con desapego en los character arcs de los demás miembros del reparto (algo sumamente extraño para la figura de Smith), donde Melissa Leo se convierte de una perturbada ferviente devota a un mar de cólera; Angarano, Gallner y Braun se tornan en story tokens que son desechados cuando el sexo se vuelve poco interesante en comparación con la dualidad contrastante de la Iglesia y Estado; por primera vez Smith se vuelve esclavo de eventos sucesivos que no redondean a su cast en lo más mínimo, donde su triunfo en el manejo de cámara (una evolución significativa) se ve opacado por intertítulos innecesarios y elementos visuales que lejos de convertirse en pistas se convierten en catalizadores de la confusión.
La falta de contexto se vuelve su error más costoso, cuando en la escena del conflicto definitivo entre Parks y Goodman somos privados de una resolución satisfactoria, creando a su vez un Deus Ex Machina que nos lleva a otro momento donde la reflexión seria se convierte en sátira política y comedia negra.
Así, Red State se vuelve un film de tónica y personajes difusos, cuyo vasto alcance ideológico es llevado al traste por ciertos huecos que nos remueven de cualquier posibilidad de involucramiento, suspensión de la incredulidad y desarrollo de un pensamiento crítico de la actualidad en los Estados Unidos de América.
La cinta es todo un suceso para su director, quien por primera vez juega con las convenciones del cine de género, amplios movimientos de cámara, balanceándolo con característicos y sutiles homages que en ningún momento se tornan en pastiche, siendo también la primera cinta comercial que toma de frente el tema de la interpretación religiosa y los extremos a los que puede llegar al entrar en conflicto directo en una sociedad multiétnica y liberal.
Más que un traspié, Red State es un momento de claridad para Kevin Smith, cuyas decisiones recientes (la excesiva Judd Appatow-esca de Zack and Miri Make a Porno y la estática y fuera de control Cop Out) lo han colocado en un instante en su vida donde su capacidad como storyteller deba dar un paso adelante. De la misma forma que Jersey Girl fue un indicio de que puede salir del comic-book ghetto – el cual brillantemente cerró con Clerks II — Red State es el inicio de cosas nuevas, aún y cuando el propio Smith haya desistido al hacer de ésta el preámbulo a su despedida del mundo del cine.
Afortunadamente para él, su fuerte presencia multimedia le abre las puertas a opciones infinitas como miembro del mundo del entretenimiento, para beneplácito de todos sus seguidores incondicionales.