Red Road | Escocia, 2006
Escrita y dirigida por Andrea Arnold
Reparto: Kate Dickie y Tony Curran
Cinematografía por Robbie Ryan
Edición por Nicolas Chaudeurge
Producida por Carrie Comerford
Distribuida por Tartan Films
En poco menos de una década, la cineasta británica Andrea Arnold ha impreso una huella profunda en el séptimo arte, donde cada una de sus producciones ha recibido elogios y reconocimientos internacionales merecidos.
Tras su exitoso cortometraje dramático Wasp, Arnold continúa con la espectacular, contundente y a la vez cruda y seductora cinta Red Road.
La película narra la peculiar rutina de Jackie (Kate Dickie), quien patrulla las calles de Glasgow, Escocia vía el sistema de videovigilancia en circuito cerrado. En diversos momentos ella encuentra una satisfacción voyeurista al observar la banal existencia de los peatones que se desplazan a lo largo y ancho de esta ciudad.
Sin embargo, una persona en particular (Tony Curran) llama poderosamente su atención, desatando una obsesiva persecución que la lleva a las propias calles, donde el epónimo complejo habitacional de Red Road se convierte en el escenario donde se conjuga un tortuoso camino que mezcla la desesperanza, la ira, la venganza, el autodescubrimiento, la redención y el perdón hacia el prójimo.
Arnold emplea técnicas fílmicas propias de realizadores de gran éxito como Michael Mann, explorando los efectos que el color le brinda a la puesta en escena para generar atmósferas de introspección en los personajes, estados psicológicos alterados o ambientes oníricos que revelan umbrales tanto sombríos como alentadores.
De igual forma, la directora emula el estilo de los hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne, cuya “cámara en mano” sigue de cerca a la protagonista, quien en todo momento nos da la espalda para darnos una perspectiva de primera persona, dando por sentado una naturaleza de absoluta ausencia: Jackie ha abandonado al mundo real debido a sus obsesiones, perdiendo el rumbo llevándola a una existencia en el conformismo, el pecado y la añoranza por el pasado, contemplando sus alrededores pero nunca interactuando con ellos al 100%.
Sin embargo, Arnold plantea un cambio de enfoque que va creando un character arc doloroso para la protagonista, donde su rol como voyeur se trastorna y se diluye. Su intervención en el mundo material la deja perpleja y paulatinamente ve golpeada su existencia en forma violenta.
Uno de los atributos que hacen de Red Road una cinta interesantísima es el dejar en el velo de lo aparente una estructura en los eventos que le dan forma a este drama – y que el público debe poner un esfuerzo para poder hilar la narrativa por cuenta propia – y además ocultar en todo momento las connotaciones religiosas que se detonan dentro de las interacciones del reparto.
Continuos guiños al decálogo judeo-cristiano permean sobre el film, donde la evidente ausencia del primer mandamiento nos habla de una sociedad perdida y al borde de la decadencia completa, la cual es reforzada severamente al retratar las tribulaciones de la clase media, una obsesión dentro del las manifestaciones literarias y fílmicas en el Reino Unido, siendo una tierra de oportunidades donde las diferencias sociales ponen obstáculos duros. En este sentido, Arnold evoca las realizaciones de un activista fílmico como Ken Loach.
Aún y cuando la película circula terrenos familiares explorados en cintas como The Machinist (Brad Anderson, 2004), Red Road confecciona una morality play de gran poder tanto en el aspecto visual como histriónico, consolidando a Andrea Arnold como una de las realizadoras de vanguardia, con una voz autoral de gran fuerza y capaz de asumir riesgos en el escaparate europeo del cine contemporáneo.