Pink Flamingos

Un agresivo atisbo a la expresión material de nuestras manías, que transgrede flagrantemente nuestro umbral de resistencia (y curiosidad).

Pink Flamingos | Estados Unidos, 1972
Escrita, producida y dirigida por John Waters
Reparto: Divine, John Waters (narrador), David Lochary, Mink Stole, Edith Massey, Danny Mills, Mary Vivian Pearce y Channing Wilroy
Cinematografía, Musicalización y Edición por John Waters
Distribuida por New Line Cinema

Quizás el afiche de este film lo dice todo: “An exercise in poor taste”.

Y es que John Waters plasma en sus inicios como cineasta la inquietud de desarrollar la antítesis del cine comercial y el cine de arte. Probablemente desafiar sus límites, de intentar rodar con su cámara hasta llegar al hartazgo situaciones completamente alejadas de algo amigable para sectores demográficos diversos así como para analistas de las virtudes fílmicas.

Este film forma parte de lo que quizás sea una fase experimental pero definitiva para la carrera de Waters, que incluye además cintas taboo como Mondo Trasho (1969), Multiple Maniacs (1970), Female Trouble (1974) y Polyester (1981).

De trama sencilla, Pink Flamingos transforma los excesos y los deseos más oscuros y perversos en una narrativa que nos muestra instantes de comedia simple y situaciones disparatadas y poco creíbles, aderezadas con momentos donde el sadomasoquismo, el fetichismo, la coprofilia, lo kitsch, la crueldad a los animales y el sexo explícito la llevan a niveles de controversia.

Es sin embargo sus nulas pretensiones como pieza fílmica lo que la convierten en una curiosidad, en un producto extraño de los 70s que surge paralelamente a la corriente fílmica del ‘New Hollywood’, donde cintas de un nivel de escándalo en menor proporción a Pink Flamingos encontraron a su nicho de mercado y una vía para experimentar en la forma y fondo del producto fílmico.

La historia narra la competencia por el título de “The Filthiest Person in the World” entre Divine (afamado actor travesti y  personificándose a sí mismo) y el matrimonio de los Marble (David Lochary y Mink Stole).

El film contrasta lo cándido, divertido, sádico y nocivo en las conductas tanto de Divine y su excéntrica familia como los Marble, desatando un conflicto que llega a consecuencias severas.

Divine (1945-1988), cuyo verdadero nombre era Harris Glenn Milstead, ofrece un papel interesante donde cataliza al máximo las intenciones de Waters, destruyendo todo tipo de freno moral, pudor o represión, simplemente liberando cualquier inhibición. Milstead establece un character arc donde deja que su alter ego tome el control, donde se desarrolle el performance definitivo: una persona de ficción desagradable en un universo de ficción asqueroso.

Sin embargo, aunque Divine ejecuta el acto simbólicamente más poderoso y repugnante, es el reparto de personajes secundario (conocidos en el mundo del cine como “Dreamlanders”, en este caso Edith Massey, Danny Mills, Mary Vivian Pearce, Cookie Mueller y Channing Wilroy) los que desarrollan y manifiestan la naturaleza retorcida del mundo de Pink Flamingos, con actuaciones caricaturescas que evocan al slapstick de los dibujos animados, pero con decibeles mucho más altos y crueles, que despiertan un sentido de autocensura para los propios espectadores.

Estos elementos hacen que Pink Flamingos se consolide como una controversial comedia de excesos, dando como resultado una muestra de cine que juega entre los límites de lo curioso y lo aberrante.

Únicamente recomendada como una opción para cinéfilos adultos y de amplio criterio que deseen conocer en el amplio sentido de la palabra el séptimo arte, no importando sentido narrativo, profundidad, audiencia meta, género, ideología y barreras morales.

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