The Spy who came in from the Cold | Reino Unido, 1965
Dirigida por Martin Ritt
Libreto cinematográfico por Paul Dehn y Guy Trosper
Basada en la novela homónima escrita por John le Carré
Reparto: Richard Burton, Claire Bloom, Oskar Werner, Cyril Cusack y Peter van Eyck
Musicalización por Sol Kaplan
Cinematografía por Oswald Morris
Edición por Anthony Harvey
Producida por Martin Ritt y Salem Films Limited
Distribuida por Paramount Pictures
The Spy who came in from the Cold es la mejor película de espionaje jamás filmada, cuyo contundente éxito radica en las crudas y notables actuaciones de su reparto y una dirección/producción impecable, que desnudan los peores aspectos del mundo de la intriga internacional donde alianzas, banderas y convicciones están teñidas en tonos de gris, y el desprecio, oportunismo y el sentido de supervivencia nos lleva a comportamientos viscerales, injustos e hipócritas, generando como resultado final que el idealismo y el respeto al prójimo sean pisoteados de forma inmisericorde.
La película narra las desventuras de Alec Leamas (Richard Burton), coordinador de recursos de espionaje e inteligencia del gobierno británico en territorio alemán. La muerte de un espía desertor lo orilla al inevitable retiro, sirviendo como bibliotecario en Londres. La idea de convertirse en un burócrata lo consume poco a poco.
Pero sus días de resentimiento y amargura aparentemente encuentran una señal de cambio en el afecto de una mujer, Nancy ‘Nan’ Perry (Claire Bloom). Sin embargo, los demonios de su pasado lo persiguen, orillándolo a adentrarse de nueva cuenta en una Cortina de Hierro llena de subterfugio, traición y heridas profundas.
Producida y dirigida por Martin Ritt (un talentoso cineasta de corte progresivo, independiente y humanista), impone desde el inicio del film un ritmo semilento y pesimista, lleno de momentos que nos hacen acrecentar nuestra desesperación al unísono con la del protagonista. Richard Burton expone a su audiencia a un hombre lleno de conflictos y amargura, y cuya aversión por lo mundano es evidente, llegando a un punto de ebullición que lo hace presa de lo que se ha vuelto una necesidad: estar en el campo, en el Frío, lo cual lo lleva obviamente a ser susceptible a las maquinaciones de terceros.
Desde su comienzo, la música compuesta por Sol Kaplan amplifica la carga emocional al performance de Burton, un hombre el cual sin duda muestra en su semblante abatido, cansado, melancólico, lleno de hastío y con el peso del mundo sobre sus hombros. En pocas palabras, el sentido de autenticidad es palpable.
¿Por qué la película se siente tan real? Porque si lo comparamos con el modelo mainstream del súper espía, estamos viendo a un personaje esculpido en un molde el cual se ajusta más a la visión pesimista que Fleming de otorgó originalmente a su James Bond. A diferencia de Connery, Burton es despojado de todo glamour, suaveness, pero no del bravado, del poder crudo de su odio por un trabajo que paulatinamente está borrando su identidad.
En este sentido, Alec Leamas trasciende sobre el Bond de los 60s, 70s y 80s, ya que evita ese estado de conformismo (y que evidentemente le es impuesto a Bond hasta que es rediseñado por Brosnan en los 90s y Craig en el siglo XXI). Leamas lucha por evitar la obsolescencia, lidiando con los sacrificios que lo han convertido en un instrumento, en un arma usada por un imperio obsesionado con implantar modelos económicos que alimenten su codicia.
Tal es el poder de la política del subterfugio que le da a Leamas las respuestas que consumen a su alma en cada momento, viendo lo inútil que es la idea optimista que representa La Revolución (“I don´t believe in anything that rocks the world…”), ya que todo conlleva al mismo resultado: “Communism. Capitalism. It’s the innocent that get slaughtered.”
La película oculta en forma efectiva ese trasfondo que define a esta atormentada personalidad, pero Burton despliega tanto en su porte, expresión facial y corporal a un individuo puesto al límite, que ha sido testigo de lo peor que ofrece el ser humano, y que ha amasado un gran repudio hacia los métodos y actitudes de quienes conforman el aparato del espionaje internacional.
El odio por el prójimo es mostrado por otros personajes del reparto de apoyo sin tapujos, entre ellos el jefe de Leamas, el hombre llamado ‘Control’ (Cyril Cusack), quien mueve fríamente y sin miramientos a sus recursos con el único propósito de conseguir beneficios que preserven la fortaleza de la Corona Británica.
El performance de Cusack, aunque breve, es magnífico, desarrollando a un ser completamente mecánico y en cuya consciencia no cabe la palabra “honor”. La desesperación de Leamas es evidente al ser contagiado por esta rancia personalidad que para su pesar lo convierte en una extensión del propio Control, una entidad que dispone de vidas humanas a quienes lanza “al frío”, a su suerte. Las acciones de Leamas como un soldado al servicio de sus maestros lo define como un ser moralmente ambiguo, pero que paulatinamente su sentido arrepentimiento le otorga ciertas cualidades redimibles, a pesar de ser orillado a un individualismo exacerbado.
Otro personaje clave es Hanz-Dieter Mundt (Peter van Eyck), quien es rudo y despiadado, con tintes racistas, y que se torna en el antagonista de Leamas dentro de la historia.
Claire Bloom imbuye en el personaje de Perry un idealismo inocente basado en la doctrina comunista, que choca con la visión cínica del mundo que ha ennegrecido la vida de Alec Leamas. Sin embargo, estas diferencias ideológicas no son obstáculo para que forjen un romance lleno de riesgo, creando una atmósfera de suspenso que va acumulando expectativas y emoción en la película durante su segunda mitad.
La audiencia es instruida en la complejidad de los juegos del contraespionaje, donde la visión egoísta de Leamas es confrontada por la lealtad y convicción a la causa del hombre conocido como Fiedler (interpretado por Oskar Werner, en una actuación memorable), colocándolos en un curso de colisión cuyo común denominador es la injusticia y desolación.
Pero la cinta no ofrece caminos fáciles y obvios. La estructura narrativa de The Spy who came in from the Cold es sumamente interesante e intrincada, donde su primera mitad exige una completa atención del espectador, con pistas fugaces y crípticas que se esparcen a lo largo de ella, donde eventos se gestan para ser descartados y retomados posteriormente.
En esta cinta nada es lo que parece, lo cual construye eventualmente sorpresas al por mayor, que nos telegrafía una compleja partida de ajedrez donde el premio es la retribución, una dulce venganza por el perjuicio recibido en este conflicto entre naciones que desean prevalecer una sobre la otra.
Este juego llega a un estado de convergencia entre los personajes que es sublime, que nos expone por vez primera a un sin fin de verdades y mentiras de manufactura única, donde la fuerza de sus actuaciones nos convencen de que son los portadores absolutos de lo verídico.
Este notable esfuerzo histriónico llega a un crescendo, con revelaciones que nos dejan boquiabiertos, abriendo paso a un oscuro desenlace que le impregna a la película una infinita tristeza, al ver cómo estas almas son despellejadas, sin poder distinguir quién es el cazador y la presa, aliado, enemigo ó ser querido.
The Spy who came in from the Cold es una producción que le da al género una autenticidad jamás vista, regalando a la audiencia un libreto cinematográfico desafiante, inteligente, parte cautionary tale, parte análisis de la maquinaria que mueve al interés institucional y a la naturaleza humana en conflicto con la sociedad internacional en convivencia, presentado bajo actuaciones fascinantes, electrizantes, y cuyo péndulo moral es notablemente cuestionable.