Gravity

Un film 100% evocativo a grandes films, estilos, aspectos técnicos y artísticos, Gravity logra esconder su subtexto bajo estas capas pero acertadamente logra transmitir sus significados existencialistas hacia el mainstream con gran soltura.

GRAVITYposterGravity | Reino Unido, 2013
Dirigida por Alfonso Cuarón
Libreto cinematográfico por Alfonso Cuarón y Jonás Cuarón
Reparto: Sandra Bullock y George Clooney
Cinematografía por Emmanuel Lubezki
Musicalización por Steven Price
Edición por Alfonso Cuarón y Mark Sanger
Producida por Esperanto Filmoj y Heyday Films
Distribuida por Warner Bros. Pictures

Cuando el gobierno ruso decide detonar un satélite en órbita, sus restos colapsan sobre el transbordador Explorer, dejando a la deriva a sus tripulantes Matthew Kowalski (interpretado por George Clooney) y Ryan Stone (Sandra Bullock), quienes se ven en una carrera contra el tiempo por encontrar la forma de sobrevivir en medio de la inmensa soledad e incertidumbre del espacio.

Séptima película en la filmografía del mexicano Alfonso Cuarón, Gravity oscila entre su tema insignia por plasmar en pantalla un gran optimismo por la vida alrededor de personajes cuyas existencias se ven amenazadas por factores externos, a través de realizaciones en las que acostumbra cargar dosis exactas tanto de acertada dramaturgia, humor introspectivo y vistas llamativas a la pupila del espectador.

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Esta vez, Cuarón explora las convenciones del Horror Film con el fin de llevar a la audiencia popular una agenda  narrativa de profundidad existencialista — si, Gravity es una película de horror: 90 minutos de metraje, Sandra Bullock como ‘the final girl’, mientras que el escombro estelar y una estación espacial sustituyen a los monstruos de leyenda para hacer la vida imposible a los protagonistas.

Sin embargo y afortunadamente la cinta rebasa estas reglas para trascender, siendo una clara metáfora de la voluntad humana enfrentando a lo desconocido (viene a la memoria inmediatamente el thriller ‘hitchcockiano’ “Duel” de Steven Spielberg), sirviéndose de un gran lienzo en CGI y manejo magistral de espectros luminosos por Emmanuel Lubeski (pero sin superar a su masterclass de “The Tree of Life”) para confeccionar monumentales set pieces que amenazan con hacer perder la razón y la calma.

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Siendo inspirado por filmes como A Trip to the Moon (Georges Méliès, 1909), Marooned (John Sturges, 1969), Frau im Mond (Fritz Lang, 1929) y 2001: A Space Odyssey (Stanley Kubrick, 1968; sin  alcanzar sus matices filosóficos y subtexto), se sirve de ellos como plantilla visual para llevar a puerto seguro su realización.

Aún y cuando el score de Steven Price logra acertar en todo momento con un collage de elementos sónicos tanto análogos como digitales, no resulta en ningún momento ser tan sofocante y efectivo como los de un 2001, qué obviamente resulta un objetivo obvio por parte del músico y el realizador por emular parte de su gran poder y encanto para transmutar piezas de cine en momentos llenos de significados diversos.

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Es interesante el punto en el que la película establece un role reversal entre Stone y Kowalski, donde la desilusión, el fatalismo y determinismo que le embargan a ella empiezan a diluirse paulatinamente para llevarla a abrazar por completo la alternativa de la supervivencia (¿realmente estamos viendo una aventura en el espacio o un gran maremoto mental de una persona que literalmente está a la deriva en su vida y que ha decidido hacer algo al respecto? ¿Realmente Kowalski existió del todo?)

Y es que el libreto en este sentido abre estas interrogantes al ofrecer breves esbozos de esta existencia sin sentido para el personaje de Bullock, quien ofrece quizás el mejor performance de su carrera (olvídense de The Blind Side y acuérdense más de A Time To Kill y Speed, true believers). Por su parte, George Clooney ofrece un papel dentro de su zona de confort y lleno de comicidad comparables con otras ofrendas suyas tales como Out of Sight, O’Brother, Where art thou?, Fantastic Mr. Fox y Three Kings.

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Sin llegar a ser el mejor film de este cineasta mexicano (en ese pedestal se mantiene Children of Men), Gravity sobrepasa lo que parece ser un ejercicio de estilo para consolidarse como una pieza dramática que toma por sorpresa a su público, y que sin soltarlo lo lleva por toda una historia de superación personal ante la calamidad, y que por sus elementos técnicos, histriónicos y temáticos se une a una destacada galería de realizaciones de similar manufactura tales como Sunshine (Danny Boyle, 2007), Moon (Duncan Jones, 2009), Event Horizon (Paul W. S. Anderson, 1997) y Silent Running (Douglas Trumbull, 1972).

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