Upstream Color | Estados Unidos, 2013
Escrita y dirigida por Shane Carruth
Reparto: Amy Seimetz, Shane Carruth, Andrew Sensenig y Thiago Martins
Cinematografía y musicalización por Shane Carruth
Edición por Shane Carruth y David Lowery
Producida por ERBP
Hace nueve años, un prodigio de nombre Shane Carruth tomó por sorpresa al festival de Sundance y posteriormente al mundo del cine con la hipnótica, desorbitante, recursiva, contra intuitiva y visionaria Primer, un punto y aparte dentro de la ciencia ficción de nuestros tiempos.
Con Upstream Color, su segundo largometraje, Carruth no solamente repite el control absoluto sobre cada detalle de su producción, una labor que lejos de todo egocentrismo amplifica esa intención de elaborar sin filtros ni aditivos una fórmula basada en el high concept storytelling como herramienta para transmitir estados sensoriales y contenidos universales al alcance del espectador, quien debe estar dispuesto a forzar su proceso de pensamiento para tal efecto.
Carruth, quien toma prestado de los grandes maestros sus temas y estilos insignia, edifica algo que es tan diferente, novedoso y fuera de todo molde, y que pareciese un inusual y abstracto romance Sci-Fi traído desde el futuro lejano, dejado por algún viajero del tiempo en una cápsula para ser desenterrado en la actualidad con el fin de aprender de él un nuevo lenguaje, una propuesta completamente radical y que nos engulle en ambientes, atmósferas, significados y patrones en conjunción que pretenden mimetizar el discreto e inevitable devenir de las especies y su interacción con el entorno.
Upstream Color existe como respuesta a la poesía visual de Malick, la introspección a la condición humana de Kie?lowski, el cinéma en formato libre de Godard y sus vivaces protagónicas, la explosión audiovisual del 2001 de Kubrick y las aterradoras experiencias biológicas de un Cronenberg. The Double Life of Véronique as if envisioned in the 25th Century. Shane Carruth claramente está a la delantera de sus contemporáneos en la confección de auténticas piezas fílmicas que rebasan toda categorización y que solamente creías encontrar en el panfleto experimental o el euro comic de excelencia.
Y es que Upstream Color pareciese ser una sucesión de viñetas salidas de la mente de un Ellis, Morrison o un Jodorowski, de Moebius, Bilal o Williams III en un maníaco sueño febril repleto de inspiración para combinar algo tan sencillo como una historia de desintegración y reconstrucción personal, un love story que se disuelve en terrenos propios del ente alienígena invasivo, aunque obliterado por una mezcla selecta de efectos sonoros que la transfiguran en algo más que una narrativa pro natura, una simbiosis extraña que se detiene en instantes selectos para analizar las relaciones humanas, el interés malsano y el equilibrio sistémico siempre omnipresente en nuestra realidad y que de formas misteriosas crea y creará vínculos irrompibles con nuestra existencia.
Pero Carruth entiende que su cinta se mantiene sobre una materia prima propia del cine de género, pero que logra moverse sobre vértices completamente distintos gracias a un libreto que deforma estos matices, que los abstrae y los convierte en algo difuso gracias a una Amy Seimetz que bajo una actuación maravillosa atraviesa umbrales cuasi-esotéricos, en un trance en el que el cuerpo y la memoria amenazan con desaparecer y borrar de tajo un significado de vida. Carruth es sólo un acompañante que brinda un equilibrio sensato (para explicar figurativamente algo del plot) ante el tour de force con el que ella somete a este relato que por momentos carece completamente o parece cobrar sentido a medida que se aproxima a su conclusión.
Una comunión entre identidad y hábitat plasmado en 24 cuadros por segundo. Nunca has visto nada igual.
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