Todo el entusiasmo y tono optimista con el que esperábamos a la Final de la Copa Libertadores 2018 se esfumó de la forma más inverosímil y surrealista posible, y que ha derramado un sinfin de tinta desde todos los vértices tanto deportivos, políticos y socio-culturales, y de lo cual todos nosotros nos sentimos avergonzados aún y cuando fuimos ajenos a todos estos penosos acontecimientos que le dieron la vuelta al orbe.
Partido de ida: 10 de noviembre, suspendido por lluvia. Reagendado un día después.
La llamada “Final del Mundo” escondía no solamente un dejo de soberbia sino muchas carencias a nivel social, político y administrativo, y del cual todos nos volvimos cómplices, tratando de explicarlo, justificarlo, denunciarlo y extrapolarlo a nuestra propia realidad y a kilómetros de distancia de la convulsa ciudad de Buenos Aires.
Partido de vuelta: 24 de noviembre, suspendido por agresiones de aficionados al autobús de Boca. Ya no se jugaría el partido en Argentina, sino en Madrid…
Más allá de todo lo que se hizo por enmendar las cosas y conducir al espectáculo futbolístico a su cauce correcto—llegando al extremo de llevárnoslo a otro continente para dirimir al ganador del certamen—la final deja sinsabores notables y mucha reflexión que es insuficiente cuando es nublada por la obsesión de llevar a nuestros amados colores a la victoria absoluta, no importando si nuestro prójimo es aniquilado física, social y moralmente.
Entre el 10 de noviembre al 9 de diciembre vimos un reflejo turbio de lo que somos como aficionados al balompié cuando no podemos controlar su poder como actividad de esparcimiento y a sus círculos de influencia. Festejar la victoria, burlarnos de la derrota y olvidarnos de lo sucedido nos llena de hipocresía. Nos nubla de todo juicio y de la búsqueda de respuestas para no volver a cometer estos errores.
La barbarie, la criminalización del deporte, la búsqueda de intereses propios, el miedo a la derrota y la vergüenza pública acabaron con el júbilo, la calidad futbolística, la sana competencia y la convivencia pacífica. Males endémicos que los hacemos propios en lugar de erradicarlos completamente. Una pena.
11 de noviembre: Estadio de La Bombonera, Buenos Aires. Boca 2, River 2.
9 de diciembre: Estadio Santiago Bernabéu, Madrid. Boca 1, River 3.