Sherlock: Temporada Tres
Creada por Mark Gatiss y Steven Moffat
Edición en formato DVD
3 episodios en 2 discos y material adicional
Distribuido por British Broadcasting Company
Han pasado dos años desde la última vez que vimos a Sherlock, pero es una espera que le viene bien, que es trepidante, que construye una atractiva exaltación a una fórmula de tres episodios por temporada que es sui géneris e impensable dentro del molde comercial en la televisión serializada de excelencia, más acostumbrada a la narrativa a largo plazo y que a paso lento construye a su universo de personajes y caracterizaciones.
Sin embargo, Sherlock demuestra que con este reducido formato la creatividad sale a flote para plagar de MUCHISIMOS elementos a su libreto. Las restricciones fomentan el pensamiento lateral, además de sacar lo mejor de nosotros mismos, y tanto Steven Moffat como Mark Gatiss no se guardan nada en esta tercera oportunidad, ávida de acción frenética, cantidades industriales de divertida comedia, giros en la trama, traición, decepción, verdades, mentiras, reclamación y perdón.
La saga adapta otros tres relatos de Arthur Conan Doyle (“The Adventure of the Empty House”, “The Sign of the Four” y “The Adventure of Charles Augustus Milverton”), pero esta vez se percibe mucho más libertad en el storytelling que un seguimiento estricto y verbatim, apropiándose solamente de segmentos puntuales y convirtiendo a cada entrega en un gran lienzo que tiene como objetivo principal el explorar a fondo la amistad ya inquebrantable entre Sherlock Holmes y John Watson, y las reacciones que provoca en ambos la aparición de Mary Morstan (Amanda Abbington) como un agente de cambio en sus vidas.
Sigo en la idea de que Watson es la piedra angular de este hito moderno de la TV británica: Martin Freeman domina completamente su papel como ‘straight man’ – y acentuado sobremanera en esta tercera etapa de Sherlock – siendo completamente abatido por un cúmulo de emociones, tragedias y devastadoras revelaciones que amenazan con demoler su bravura y estoicismo.
Los guionistas dan rienda suelta a Benedict Cumberbatch para que desate un auténtico maremágnum de locura, desprecio y crueldad que se derrite ante la alternativa de la amistad verdadera, una “sociopatía altamente funcional” que logra el freno adecuado al darse cuenta de que a pesar de su infinito ingenio es falible, orillándolo a actuar alejado de su clínico raciocinio con tal de proteger a su recién descubierta “familia”.
Y vaya que el ambiente familiar y camaradería se apodera de la trama. Es en sus primeros dos episodios donde vemos como esta producción televisiva se regocija a sí misma y presume a su audiencia lo que ha logrado, esa empatía que no ha sido súbita, sino merecida y gracias a un gran trabajo de guión y esfuerzo actoral para crear a dos personalidades en constante disonancia pero interdependientes una de otra, que demuestran sus emociones a su manera pero que contagian al público con desparpajo y carisma.
A pesar de emplear plots con muchas conveniencias para los desplantes detectivescos de Sherlock, se compensa con estas gratas y prolongadas secuencias que nos arrebatan una sonrisa y amplían la admiración de un público cautivo y absorto.
Es así como esta tercera temporada desacelera un poco el paso para darle un respiro a estos personajes, para que naveguen en la convivencia cotidiana, descubran aspectos de sí mismos que eran desconocidos hasta este momento y que disfruten un poco los éxitos obtenidos, aunque sea por un breve espacio.
Pero esta parsimonia desaparece de tajo al dar paso a un tercer capítulo cuya conclusión es de auténtico alarido, que nos saca de esta aparente zona de confort y que nos sorprende con un papel virtuoso de Lars Mikkelsen, quien edifica a un “súper villano” tanto aberrante como cautivador, que desmorona el mundo de Sherlock y Watson de un soplido y los empuja a tomar decisiones moralmente cuestionables y con consecuencias fatales.
Por otro lado, Abbington toma prominencia con dramáticas determinaciones que demuestran su importancia para el progreso de la saga, con un mercurial performance que nos transmite calidez, ternura y misticismo.
El entrañable reparto de apoyo contribuye adecuadamente tanto con matices cómicos como siniestros para provocar reacciones interesantes sobre Sherlock, así como también darle un cerrojazo más que satisfactorio a todos los cabos sueltos e interrogantes vertidas durante la conclusión de la temporada anterior.
Esta tercera serie de Sherlock se consolida como la mejor, una experiencia redonda que con maestría ofrece un gran balance de emoción, peligro y momentos cándidos, así como una grata sorpresa que deja la puerta abierta para disfrutar en un futuro (esperemos que no muy lejano) de momentos insuperables.