Nymphomaniac Vol. 2 | Dinamarca, 2013
Escrita y dirigida por Lars von Trier
Reparto: Charlotte Gainsbourg, Stacy Martin, Stellan Skarsgård, Shia LaBeouf, Christian Slater, Jamie Bell, Willem Dafoe, Mia Goth, Michaël Pas, Jean-Marc Barr, Udo Kier, Shanti Roney, Caroline Goodall, Kate Ashfield, Tania Carlin, Daniela Lebang, Omar Shargawi, Marcus Jakovljevic y Severin von Hoensbroech
Cinematografía por Manuel Alberto Claro
Edición por Morten Højbjerg y Molly Marlene Stensgaard
Producida por Zentropa Entertainments, Heimatfilm, Film i Väst, Artificial Eye y Les Films du Losange
Distribuida por Les Films du Losange, Concorde Filmverleih y Magnolia Pictures
DISCLAIMER: Tú no necesitas saber esto, pero en caso de que estés interesado…
Este comentario describe solamente lo que la distribución hecha por ZIMA Entertainment logró conseguir y permitió mostrarnos en las salas cinematográficas de México: el corte internacional de 124 minutos — de 245, y éste a su vez de un total de 300 (!) — para Nymphomaniac, bajo el subtítulo de “Vol. 2”.
En realidad no debería ser algo que me moleste — pero lo es — y refleja lo difícil del marketing para el cine de nicho en Norte y Latinoamérica (y un tema a discutir para otra ocasión, por supuesto).
So, long live Director’s Cuts! (-___-)
PD: por cierto, el DVD Región 1 también trae a esta película partida en dos discos. Damn.
Nymphomaniac vol. 2: La Deconstrucción del Amor en términos cuantificables
Completamente alejada del shock y con sus elementos de estilo reducidos al mínimo (Antichrist por aquí, Udo Kier y Tarkovsky por allá, Pasolini acullá…), Lars von Trier vuelve a su magnum opus en una obra mucho más personal, incrementando los momentos desgarradores y sustituyendo la curiosidad hacia el entorno de la sexualidad por perturbadores sketches que muestran el abismo en el que la protagonista Joe (Charlotte Gainsburg) ha caído una vez que ha decidido renunciar a la raza humana para sumergirse por completo en el placer carnal sin restricciones.
Sin duda von Trier se toma con calma este análisis una vez que tiene a su audiencia en la bolsa: si logró engancharlos con un ejercicio 100% provocativo y en estado de fuga, podrá mantener nuestra atención si rehúye a los mismos para contar una segunda parte más apegada a la indulgencia, la decadencia, el sufrimiento, la apatía por vivir, a la pérdida de la emoción, a la traición, la reflexión, el arrepentimiento y la oportunidad de dar marcha atrás y abandonar esta espiral sin fondo, sólo para caer en situaciones de cambio ante sucesos extremos, que nos hablan de la incertidumbre del azar y los designios de un autor por hacer sufrir a su personaje con el fin de atraer la empatía de la audiencia.
Para nuestra fortuna, la cinta no se descarrila hacia desplantes iracundos como en su primera entrega. Creo en verdad que el director tenía cierto encono guardado hacia la industria y los críticos, y que era necesario para él eliminarlos de su sistema. Así, pasamos de un atrayente vol. 1 basado en el “Fuck you” a un vol. 2 de “I love you, but…” que ante todo es gratificante.
En dicho tenor, el realizador emplea en gran parte su experiencia en sus películas de bizarro drama social (“Los Idiotas” viene a la mente en todo momento) para despertar reacciones específicas en el espectador, transformando lo inusual y curioso por algo aberrante, ridículo, enternecedor y piadoso.
Esta metamorfosis de lo shockeante a lo compasivo es lo que le da el salto de calidad a Nymphomaniac vol. 2. Se nota una mejor consistencia en la construcción de estos turbios escenarios repletos de emociones a flor de piel, libres de experimentos audiovisuales, en donde las tangentes a los ejercicios de estilo se mantienen a un mínimo y sólo sirven para proveer metáforas exactas al estupendo y delirante character arc que Joe sufre a medida que rechaza a la normalidad para perderse en un individualismo que es peligroso y que la pone en situaciones de riesgo, las cuales a pesar de estar matizadas con un toque de realismo mágico — siendo inverosímil por ejemplo el hecho de convertirse por azares del destino en un esbirro al servicio de un prestamista — nunca pierde su base dramática como conducto a un análisis de la condición humana.
Tanto Gainsburg, Stellan Skarsgård y Shia LaBeouf confeccionan agudos performances y que resultan definitivos en sus carreras, sumergiéndose por completo en personajes que son tanto víctimas de su entorno pero victimarios por decisión propia, renuentes al cambio para el bienestar de sus vidas y cuyo aislamiento los condenan a un destino que es aciago, y a mundos construidos en base a su egoísmo.
La recta final de la cinta aumenta los grados de insatisfacción que la realidad provoca sobre Joe, llevándola a la realización de que la vida en el pecado es un paso más hacia un destino que es incierto pero que no hay forma de evadir, una vez que ha dejado atrás tanto a personas como a emociones que la han conducido a vivir en círculos.
Ante esto, el director añade un toque maestro para darle un giro macabro a su cinta, amplificando esa incertidumbre que es necesaria para rechazar el típico “final feliz” para a su vez reforzar la máxima de que la vida continúa, y que depende de nosotros el volverla un paraíso o un infierno.
Con una cinta en definitiva más emocional y tangible, y menos transparente e impenetrable que su antecesora, el autoproclamado ‘mejor director del mundo’ vuelve a salirse con la suya, mostrando versatilidad para cambiar el rumbo de su película, siendo más enfocado e incisivo para brindar a su público una experiencia más allá de lo titilante y más cercano al drama determinista-fatalista de excelente manufactura que nos tiene acostumbrado.