The Winter Men
Escrito por Brett Lewis
Arte por John Paul Leon
Asistencia en el arte por Mark Pennington y Cliff Chiang
Color por Dave Stewart y Melissa Edwards
Letras por John Workman y Jared K. Fletcher
Editado por Will Dennis, Scott Dunbier, Ben Abernathy, Kristy Quinn y Alex Sinclair
Publicado por Wildstorm, sello editorial de DC Comics entre 2005 a 2009
Ahora que lo pienso, realmente quedé afectado (en buena manera) por The Winter Men, quedándome atrapado en su micro-universo de ficción que deambula sobre una brecha que poco a poco se mezcla con la incertidumbre geopolítica, las decepciones del capitalismo en el mundo moderno y el peculiar colorido de una cultura que se debate entre el inevitable colapso, el miedo a la obsolescencia, el oportunismo, un efervescente estado de indefinición, o a la adherencia hacia un orgullo profundo por su identidad.
Quizás sea el hecho de ver reflejado en este comic esa misma influencia americana que afecta sobremanera al estilo de vida de mi lugar de origen, y cómo transpira cada vez más sobre nuestras conductas, sistemas sociales y raíces para darles un sabor distinto, aún y cuando busquemos para nosotros mismos esos momentos para sentir aprecio y nostalgia por lo que fuimos, somos y seremos como miembros de una nación con una historia, cultura, diversidad étnica y con tradiciones únicas. The Winter Men ofrece la oportunidad de observar fascinantes transformaciones sociales ante el colapso del bloque soviético, en donde la emergencia y eventual redefinición en la razón de ser del “übermensch” es un inteligente aderezo que le da una forma y dirección a este vasto travelogue multigénero.
“Post-modern gangster comics? It has action, crime, sex, super-heroics, black-ops, espionage, politics — it’s hard to classify.”
— Will Dennis, editor de The Winter Men; 2005.
Este comic cautiva a su audiencia desde el primer instante siendo algo más, mucho más que un ‘Watchmen meets Perestroika’, una catchphrase que es atinada pero que a las primeras de cambio la descarta y se convierte en una obra dentro de la excelencia del comic contemporáneo que trasciende sobre toda categorización.
Ubicada en un pedestal nada despreciable como una de las sagas definitivas en la primera década del siglo XXI, The Winter Men surge de la mente del elusivo-pero-prolífico autor Brett Lewis, siendo este comic inicialmente concebido como “Superman en la Unión Soviética”, pero que fue evolucionando paulatinamente al tener poca viabilidad en el calendario de publicación de DC Comics. La historia llega a su forma actual a medida que Lewis intenta por todos los medios el contar un relato situado en ese mundo intermedio sobre el que Rusia ha quedado varado tras el declive del Comunismo, y el drama inherente en el proceso de inevitable asimilación y eventual adaptación que sufren sus habitantes y estructuras sociopolíticas y culturales a la forma de vida alrededor de la teoría del consumo y la supervivencia del más apto en el mundo del libre mercado.
Lewis realiza esta ambiciosa proeza a través de formidables aristas que forman y ofrecen una unión perfecta y cuasi-imposible entre una atrayente e inventiva prosa propia de la literatura postmoderna de vanguardia, una notable inventiva en la distribución y progresivo nexo entre historias individuales, que como un todo esconden una narrativa más interesada en analizar hechos sociales, conversaciones e intercambios entre personajes memorables que en transmitir ideas de gran complejidad, pero que sin esforzarse logra también este propósito, inventando además para su beneficio un colorido, curioso y entrañable idioma/léxico — y semejante al ‘broken english’ que la comunidad inmigrante emplea para comunicarse con la población anglosajona — siendo este acento inglés pronunciado por rusos lo que le otorga a The Winter Men un porte, presencia y sabor distinto.
Todos estos elementos consolidan a este proyecto como algo sin igual y el testamento definitivo de Brett Lewis (foto, izq.) como una voz autoral en auténtico control de su obra e intención, aunque paradójicamente su carrera como escritor ha sido una que se ha mantenido en la oscuridad y el bajo perfil, y que desafortunadamente The Winter Men, siendo su mejor obra, no le proveyó de un amplio reconocimiento que sin duda era merecido.
Emprendiendo un camino como estudiante en la Escuela de Artes Visuales de Nueva York — y alumno de la leyenda Walter Simonson — Lewis conoce en ese mismo colegio al que sería su socio artístico en The Winter Men, el destacadísimo ilustrador John Paul Leon (foto, der.).
Una vez finalizados sus estudios, el seguir la carrera de Lewis se convierte en un verdadero reto para aquellos interesados en el Noveno Arte, una verdadera labor arqueológica: rodeado de una conveniente oscuridad y siendo inspirado por diversos exponentes en el lenguaje gráfico, la palabra escrita y el cine tales como el propio Simonson, Howard Chaykin, Frank Miller, Jean ‘Moebius’ Giraud, Larry Hama, Brian Azzarello, Mike Mignola, William Goldman, Paul Schrader, Woody Allen, Stanley Kubrick y David Chase, se denota un interés de este artista por lograr un output lo más variado posible, y sin lugar a dudas The Winter Men resulta ser una culminación y síntesis de estas invaluables influencias.
Sin embargo, su trajinar por la industria en ningún momento nos prepara y advierte de algo tan trascendente como The Winter Men. Al contrario, teniendo una carrera inclinada en el comic de licencia nos habla equivocadamente de alguien que prefiere mantenerse al margen del comic tradicional y atento a diversificar una profesión completamente fuera del entonces ghetto del superhero comic, siendo director editorial de la compañía Motown Machineworks (propiedad a su vez de la longeva disquera Motown Records) en 1996, un infructuoso venture enfocado inicialmente en publicar comics de celebridades de raza negra. Su salto de una compañía de licencias a otra sería la tónica preponderante en su paso como profesional en el arte comercial.
Publicando su arte en la antología “The Big Book of Martyrs” para Paradox Press en 1997 lo llevan a ser contactado por Mark Paniccia, entonces editor de la languideciente compañía Flypaper Press, con el objetivo de crear un comic que pueda ser vendido a los grandes estudios de Hollywood. El resultado: Bulletproof Monk (1999), un comic de fantasía y artes marciales con arte de Mike Avon Oeming. Siendo opcionada a las casas productoras de Lakeshore Entertainment, Mosaic Media Group y Lion Rock Productions, es llevada a la pantalla grande en el 2003, distribuida por la Metro Goldwin-Mayer y estelarizada por Chow Yun-Fat, Seann William Scott y Jaime King. A pesar de haber sido una decepción de taquilla, este proyecto le abre las puertas a otras oportunidades dentro del mundo del espectáculo y a nivel editorial, aún y cuando muy a su pesar no recibe crédito alguno como autor en esta adaptación cinematográfica por diferencias creativas.
Su aventura continúa con una breve estadía como editor en Marvel Music (1994-95), un intento fallido de este titán editorial por lanzar comics de estrellas tales como Alice Cooper, Billy Ray Cyrus y The Rolling Stones.
Un proyecto similar se realiza al participar en la compañía Allstar Arena (1997-98) publicando comics con deportistas tales como el astro de la NBA Karl Malone en “The Mailman” (1998), reuniéndose con su compañero del colegio John Paul Leon. Lewis escribiría otros tomos con artistas tales como Bernard Chang y Tommy Lee Edwards para este imprint.
Como autor de comics de licencia en DC Comics (en Scooby-Doo y The Powerpuff Girls), así como publicando comics motivacionales de Spider-Man para Marvel Comics, Lewis alcanza nuevamente a un mercado masivo, sobre lo cual declara estar muy orgulloso, siendo esto un intento exitoso de su parte por llevar al Noveno Arte a las manos de la población infantil y preservar el comic fuera del insular Mercado Directo del hardcore fan y los coleccionistas.
Marvel le da la oportunidad de realizar una historia corta con el legendario ‘Moebius’ en Halo Graphic Novel (2006), una antología basada en el videojuego bestseller propiedad de Microsoft.
De igual manera colabora en la revista independiente Babyhead Magazine, editada por Chris Jordan en el año 2000, así como con el talentoso artista Eduardo Risso en la antología “Weird Western Tales” para DC Comics en el 2001.
El final de esta travesía parece culminar con “Fall Out Toy Works”, una serie limitada publicada por Marvel Comics entre 2009 y 2010, y concebida por el cantautor de ‘Fall Out Boy’ Pete Wentz, el diseñador Darren Romanelli y el artista Nathan Cabrera, en un ambicioso pero fallido proyecto multimedia. Toy Works es una obra que es claramente la antítesis de The Winter Men pero que por momentos le rinde pleitesía, con múltiples relatos enfocados claramente en establecer ideas en lugar de hechos tangibles, con temáticas complejas alrededor de sueños, memorias fragmentadas, nociones de libertad en comunión con una necesaria opresión y/o auto dependencia, proselitismo comiquero y urbanización cyberpunk/Blade Runner-esca, acertados homages a Pinocchio, la robótica literaria de vanguardia y escenografías à la Tesuka, así como intentos honestos por doblar un poco las convenciones en la narrativa convencional a cuatro colores, e influenciada sobremanera por experiencias personales, al ser víctima en 2009 de un asalto que lo deja en coma y con un daño parcial en su percepción del tiempo lineal, siendo esto un hecho plasmado directamente sobre el producto final.
Dicho todo esto, no cabe duda que la obra de Brett Lewis nos remite principalmente a The Winter Men como la realización definitiva de su talento, y que aparentemente llevaba más de una década refinando su estructura.
Siendo rechazada por una infinidad de publicadoras, es el exitoso ilustrador Cliff Chiang quien lo presenta con Will Dennis, en ese entonces editor del sello comiquero de Vertigo. Entablando una amistad inmediata, le abre las puertas para darle vida a su magnum opus. Cuenta la leyenda que Lewis le presentó su propuesta para este comic escrita sobre una servilleta.
Reuniéndose con John Paul Leon, establecen una visión común en base a una investigación minuciosa sobre la cultura rusa tras la caída de la “Cortina de Hierro”. The Winter Men se destaca por un notable dominio de los hechos que transpiran sobre la entonces nueva nación, en donde el sentido de la autenticidad es una de sus mayores virtudes.
Mi primer contacto con el arte secuencial de John Paul Leon se remonta a 1999-00, cuando compré un trade paperback de una miniserie de los X-Men de nombre “The Further Adventures of Cyclops & Phoenix”. No solamente quedé cautivado por su amplio dominio en la abstracción para conjugar expresiones y escenarios con el menor uso de líneas posibles — soy fan del arte ‘scratchy’, angular y poblado de sombras para crear atmósferas complejas y profundas — sino que también le da a sus escenarios una notable apariencia fotorrealista, dándole un porte tanto tétrico como radiante cuando es necesario, así como impactante cadencia en el desenvolvimiento de sus secuencias.
Pero es el mega-proyecto de Earth X (1999-00, con Jim Kreuger y Alex Ross) que lo encumbra en un pedestal inamovible, junto a artistas del mismo calibre y estilo como Alex Toth, Jon J Muth y Frank Miller. Su obra se mantiene en constante movimiento, y denota gran predilección por composiciones amplias, expresionistas y con una facilidad para construir estados de ánimo cambiantes en el lenguaje corporal de sus personajes, y darle notable belleza a la figura femenina.
The Winter Men #1 debuta en agosto de 2005, y en palabras del autor el objetivo era claro:
“Creativamente, John Paul Leon, Will Dennis y yo hablamos mucho sobre lo que se está haciendo últimamente en otros medios con la narración de historias de televisión y películas, que están creciendo para mantenerse al día con las audiencias modernas más rápidamente que los cómics. Todos queremos empujarnos unos a otros para llegar a algunas soluciones nuevas en la narración, o por lo menos a hacer que la lectura se sienta como algo que no hayas visto antes.”
A pesar de que esto pueda sentirse como algo trillado, en una industria donde la novedad está lejos de encontrarse — y más si se trata de una editorial mainstream apegada a las fórmulas — es un hecho que The Winter Men fue algo completamente distinto a lo acostumbrado, que engaña a su audiencia al presentar imágenes familiares como superhéroes en la “vida real” o interviniendo en “hechos históricos” para luego inducirnos en un complejo juego del gato y el ratón en donde un poco convencional y elaborado secuestro de una menor de edad detona una inusual persecución de la verdad para los protagonistas de este relato.
Pero aun así, esas imágenes de una “Epoca de Oro” del superhumano soviético, de esas páginas gloriosas del triunfo de la ‘Revolución’ sobre las ‘fuerzas capitalistas’ y el establecimiento del ‘Paraíso Proletario’ sobre las ruinas de la ‘perversión occidental de la ciencia’ se recuerdan tanto con nostalgia y romanticismo como con ironía y desencanto por la inútil paranoia y el miedo de la Guerra Fría, y se contrastan duramente con la incertidumbre de la actualidad:
“But now we are allies — friends. You can read the KGB secret files at Barnes and Noble — we have no secrets left to protect — nothing left worth fighting over… right?
But I’ll tell you now — they WERE real. Yes — we once filled the sky with heroes… but now they’ve fallen to earth…
There are four of us left — me and my “rocket soldiers” (five if you count THE SIBERIAN). But these days, we are armored only in our ingenuity for survival. There’s DROST — the soldier. NIKKI — the gangster. And NINA — the bodyguard. And this is me.
Like many Russians, I was meant to be a poet. But one does not eat good intentions. So… I have become some other things.”
Estas palabras llenas de ironía y estupor nos presentan a KRIS KALENOV, nuestro desilusionado guía a través de las fascinantes situaciones que se gestan en las páginas de The Winter Men. Carismático pero de armas tomar, Kalenov ha visto lo peor en el camino que separó al comunismo de la transición democrática, y su “optimismo cínico” nos engancha a las primeras de cambio. Eventualmente conoceremos a los demás fascinantes personajes de esta historia, pero en principio Kalenov será quien nos induzca en la “nueva cultura rusa” originada entre el gobierno de Mikhail Gorvachov y Boris Yeltsin, quienes a pesar de no ser nombrados en la narrativa, indirectamente se asume que este relato se encuentra situada en ese momento tan turbulento en la historia de Rusia.
Diversos asesinatos sobre funcionarios públicos y líderes criminales se apilan unos sobre otros y sin aparente nexo o hilo conductor, pero siendo el secuestro de la niña el evento con características más inverosímiles. Kalenov es renuente a seguir la pesquisa, y a través de esta negativa somos llevados a interesantes y divertidos intercambios con los que conocemos al reparto de apoyo, además de agudos factoids que hacen de este país un lugar tanto enigmático como colorido y peligroso, así como la obsesión del protagonista por reverdecer tiempos que fueron mejores, pero que todos alrededor suyo han dejado atrás para enfrentar el futuro.
Lewis hace de todo este bagaje cultural algo sumamente entretenido. La relativa simplicidad en los trazos de Leon evoluciona al paso de cada página, ofreciendo elaborados settings, atinados close-ups en los que el silencio y el drama son notables, además de que una narración al estilo detectivesco por parte del escritor le proporciona mayor volumen a la historia.
Sin embargo, a veces esto no es suficiente. La debacle comercial detrás de The Winter Men sigue siendo todo un misterio para quienes nos gusta hacer recuento de lo mejor y lo peor en el Noveno Arte. Hechos similares acontecidos en comics de gran manufactura como este nos llevan a recordar proyectos tales como “Jack Cross” en DC Comics (serie del 2005 y descontinuada por aparentes diferencias entre Warren Ellis y sus editores tras dos tomos publicados), la inconclusa antología de tónica pacifista “411” en 2003, el fallido regreso de “Epic Comics” en 2003-04, y la eternamente tardía serie limitada de “Daredevil/Bullseye: The Target” (2002) por Kevin Smith y Glenn Fabry en Marvel. Probablemente algún edicto no escrito en los pasillos de Vertigo entre la gente de ‘pantalón largo’ (o bien por los medios electrónicos o impresos sobre el comic en general) le negaron completa cobertura y promoción a una serie que, lejos de ser un relato de superhéroes en el Glasnost, arremetería con gran fuerza pero que pareciera ser completamente adelantada a su época y, por tanto, sujeta al desdén generalizado.
No solamente sería objeto de un olvido absoluto sino que sería trasladada a otro imprint de la compañía, la ahora difunta Wildstorm Comics, bajo su fallida línea de ‘Signature Series’ que lejos de proveer un spotlight o reconocimiento mayor en los stands era un tratamiento meramente cosmético.
Probablemente eran los indicios del “principio del fin” tanto para Vertigo como Wildstorm, víctimas de una transición notable en el mercado, que paulatinamente se posicionaba bajo el trend del crossover de superhéroes multianual, de los eventos/blockbusters veraniegos que saturaban al mercado de series de impacto brutal sobre los catálogos de personajes y los calendarios de publicación.
Basta con analizar el progreso de The Winter Men en el escalafón de ventas para darnos cuenta de este hecho:
AGOSTO 2005
Lugar 163. WINTER MEN #1 (DE 8)
(Lectores Adultos)
Precio $2.99 DC Comics — 11,340 copias
SEPTIEMBRE 2005
Lugar 168. WINTER MEN #2 (DE 8)
(Lectores Adultos)
Precio $2.99 DC Comics — 8,862 copias
NOVIEMBRE 2005
Lugar 186. WINTER MEN #3 (DE 8)
(Lectores Adultos)
Precio $2.99 DC Comics — 8,324 copias
Es en ese instante que el mundo del comic se ve invadido por un renacimiento del superhero comic sin precedentes, con series tales como Justice (de Jim Krueger, Alex Ross y Doug Braithwaite), Infinite Crisis (de Geoff Johns y Phil Jimenez), House of M (Brian Bendis y Olivier Coipel), New Avengers de Bendis, Green Lantern de Johns, All-Star Superman (Morrison y Quitely), X-Men: Deadly Genesis (Ed Brubaker), Astonishing X-Men (Joss Whedon y John Cassaday), Civil War (Mark Millar y Steve McNiven), 52 (Greg Rucka, Mark Waid, Keith Giffen, Johns y Morrison), Wonder Woman (Allan Heinberg) y Justice League of America (Brad Meltzer).
Sorpresivamente, una serie como The Winter Men no logra colarse en el gusto de su audiencia a pesar de presentar una narrativa más que interesante y repleta de intriga.
“If the Winter Men ever came into open play… it is a danger worse than any ‘loose nukes’.”
La investigación lleva a Kalenov a Brooklyn, Nueva York, infiltrándose en el bajo mundo criminal de la “mafiya”, término con el cual se conoce a la Mafia Rusa. Lewis hace un esfuerzo consciente para dotar del más ínfimo detalle a su creación, a medida que Kalenov nos instruye en las reglas que mueven a este turbio mundo en el que el interés compra lealtades. Pero coincidencias muy notorias nos hacen ver que su presencia como agente encubierto es del conocimiento de alguien más. Leon nos vuelve a demostrar su dominio como storyteller al presentar tanto lo cándido como lo brutal al unísono. Su arte nunca es un desperdicio, capaz de atrapar nuestra atención aún y cuando hayamos terminado de leer los excelentes diálogos que lo acompañan.
De las mayorías a las minorías, de los sistemas de justicia a los criminales, y de las sutiles diferencias étnicas y religiosas, Kalenov nos lleva a escudriñar este micro-cosmos atravesado por el Cáucaso y los Montes Urales, trayendo consigo a sus viejos compañeros de armas, Nikki, Drost y Nina, personas quienes se han separado por un oscuro pasado que los une, un pasado del cual Kris Kalenov no puede escapar, por lo que los ha reunido para que lo ayuden a hacerlo.
La investigación los lleva a descubrir que la niña ha recibido un trasplante de un donante superhumano, que le proporciona poderes de gran interés para unos cuantos. Y esto los lleva a un enfrentamiento directo con una facción del gobierno que, cual muñeca matrioshka, esconde más y más capas de verdades ocultas, donde los epónimos ‘Winter Men’ que se creían extintos son el común denominador.
Kalenov: You look troubled, Nikita. What is it?
Nikki: It is just — I thought this was going to be an ending — you know… the big shoot-out in the factory — like at the end of the American action movies…
Kalenov: Haven’t you been listening, Nikki…? This is a Russian story.
Inexplicablemente, notables retrasos afectan el progreso de esta miniserie, incluyendo el cambio repentino de su duración. The Winter Men ya no era una saga de 8 tomos sino de 6, a pesar de que su reaparición en las listas de ventas mensuales 5 meses después dijeran lo contrario:
ABRIL 2006
Lugar 187. WINTER MEN #4 (DE 8)
(Lectores Adultos)
Precio $2.99 DC Comics — 7,129 copias
En ese momento, la historia atravesaba por su mejor momento, incluyendo un memorable interludio que ofrecía una extraña pausa en su desarrollo, pero que de ninguna manera dejaba de ser gratificante para su base cautiva de lectores.
“Phones — computers — you can keep that prison, brother.”
Es ahí en donde Kris y Nikki se alejan del spotlight tras sus escapadas en Brooklyn y el Cáucaso para recorrer la ciudad de Moscú en lo que parece ser un inofensivo paseo lleno de anécdotas, amargura hacia el futuro y recuerdos de tiempos mejores, pero que cobra tintes macabros a medida que avanzan sus páginas. John Paul Leon le da fuerza a los jocosos intercambios que Lewis confecciona entre los protagonistas, saliendo al paso en todo momento con los necesarios punchlines visuales.
“Don’t watch all that American shit, kid. Don’t be programmed how to enjoy.”
De igual manera, este tomo resulta importante para recapitular la compleja trama que Lewis ha tejido hasta el momento. Sin captions o flashbacks sino empleando un incisivo diálogo entre los personajes, somos puestos sobre aviso que existe una escalada de violencia, una creciente consolidación del poder en unos cuantos y que ellos como ‘Winter Men’ retirados se encuentran en medio del fuego cruzado.
Paréntesis: John Workman es (junto a Todd Klein), el mejor letrerista antes de la revolución digital.
Pero de igual forma son esos pequeños sketches de normalidad los que sazonan a este interludio como un gran análisis de los tiempos de cambio que azotaron a la extinta Unión Soviética, de los cuales probablemente jamás se ha recuperado por completo. El contraste que Lewis pone sobre la mesa entre el optimista Nikki y el amargado Kris es lo que llena de un gran humor a esta pequeña aventura, plagada de amor por McDonald’s y odio a la Coca-Cola. Sin duda alguna la intención del equipo creativo es emular al 100% las atmósferas propias del serial televisivo y la novela policiaca de vanguardia.
“Look! Commerce has arrived to Moscow! But it won’t save the world!”
Pero a pesar de todo, este ingenioso e inusual comic se comportaba todavía como un normalizado producto de corte independiente con tradicionales ventas marginales, un incómodo líder de pérdidas para su casa editora pero que sin lugar a dudas no merecía un olvido absoluto. En términos generales, The Winter Men presentaba el comportamiento estándar y esperado para un comic de nicho publicado por Vertigo o Wildstorm. ¿Qué sacrilegio pudiese haber cometido para ser sujeto a este supuesto repudio?
Tras ausentarse durante 5 meses del escaparate, The Winter Men se situaba alrededor de los back-orders y en digna competencia contra comics de autor tales como Fell (de Warren Ellis y Ben Templesmith), Fear Agent (por Rick Remender) y el siempre bien estimado aunque inconsistente Fallen Angel del escritor fan-favorite Peter David:
OCTUBRE 2006
Lugar 180. WINTER MEN #5 (DE 8)
(Lectores Adultos)
Precio $2.99 DC Comics — 6,480 copias
El quinto tomo hace desaparecer de su portada la cantidad de capítulos que duraría esta obra; ya no se trataba de The Winter Men, una saga en Rusia de 8 partes. Sin embargo, incluiría una acertada recomendación por uno de los consagrados del medio, Warren Ellis, cuyas palabras aciertan en todo momento para darle peso al legado que nos dejó esta gran historia:
“John Paul Leon turns in the art job of his career, but the standout, even in that company, is writer Brett Lewis, who is writing some of the best dialogue I’ve ever read.”
Coincido con quienes piensan que el comic tuvo que volverse autoconsciente una vez que fuese más notoria su ausencia en los stands que el contenido impreso per sé. Lewis no escapa de este hecho y en momentos selectos los captions ofrecen momentos que recuerdan ya sea al claro retraso de la obra, de urgente reclamo al mercado que lo desdeñó o atinados comentarios acerca de ser el mejor comic que Lewis habrá escrito en su vida.
¿Soy yo, o Lewis telegrafía a sus lectores que el fin se aproxima?
El tomo #5 explora esta escalada de violencia que explicamos brevemente, así como también las razones detrás de la oleada de asesinatos en territorio ruso, haciendo un atinado contraste entre la competencia por el mercado entre Coca-Cola y Pepsi (el arrebato de Nikki contra el refresco en el tomo #4 toma un giro más que sorprendente), y se establece un campo de batalla alrededor de Moscú que amplía los decibeles, siendo este comic el más orientado a la acción. En sus reflexiones sobre la serie en general, el editor Will Dennis llega a conclusiones interesantes que nos hacen ver a The Winter Men como un auténtico suceso:
“Creo que (The Winter Men) ofrece un ambiente totalmente fresco y oportuno para contar una historia de acción y crimen de múltiples capas. Las cosas que estamos descubriendo acerca de la vida en Rusia — tanto ahora como durante la Guerra Fría — son una fuente inagotable de material, con actividades criminales como contrabando, falsificación de arte, estafas electrónicas y el tráfico de órganos (que juega un papel clave en esta serie). Rusia tiene un atractivo poético en términos de historia, arquitectura, cultura, crimen, etc. Además, con la transición hacia sistemas más capitalistas, se tiene una vibra muy similar a la del Salvaje Oeste. Es un terreno fértil para autores e ilustradores.”
Toda esta amalgama de factores llega a su punto álgido en esta quinta entrega de la serie, y es donde los talentos de John Paul Leon se ponen a disposición de la historia. Múltiples escenas de destrucción llenan las páginas de The Winter Men #5, todas ilustradas a la perfección y gran ritmo y una sobre la otra. Demostrando la afinidad del artista por la cinemática, sus secuencias se leen como nutridos storyboards de un efectivo blockbuster cuyo presupuesto solamente puede realizarse a través del mundo a cuatro colores de los comics.
Y para finalizar, Lewis entrega otro momento de calma para sus personajes, quienes se ven reunidos en la fiesta de navidad (7 de enero en el calendario ruso, ni más ni menos) una vez que han desbaratado al cartel criminal que orquestó la oleada de asesinatos a prominentes figuras del bajo mundo y del gobierno, y en el proceso acercándose más hacia el responsable del secuestro de la niña.
Pero de pronto lo impensable sucede, y este quinto tomo concluye con una críptica y minúscula advertencia en la esquina inferior derecha de la última página: “To conclude in The Winter Men Special #1”.
ДЕРЬМО!
Finalmente, la guillotina cae sobre esta menospreciada pero fantástica aventura, con la promesa de una conclusión la cual se antojaba igual de impredecible como sus anteriores entregas, y con la inquebrantable confianza en su reducido grupo de seguidores de que el cerrojazo será de igual forma con un alto grado de calidad.
Sin embargo, los días pasan. Y esos días se hacen semanas. Sin duda The Winter Men volvería tras varios meses. Esa era la tendencia. Eso era lo esperado, ¿no es así?
La ausencia completa de la serie en el catálogo de ventas, y ni se diga en artículos, reviews u opiniones en foros de discusión no presagiaban absolutamente nada bueno. Este comic no era algo despreciable, ni mucho menos una indulgencia como podrían serlo títulos como Youngblood de Rob Liefeld, Battle Chasers de Joe Madureira o Danger Girl y Wildsiderz de J. Scott Campbell, vanity projects confeccionados para vender múltiples portadas variantes con arte explosivo y guiones blandos. O cosas como Ultimatum de Jeph Loeb y Joe Madureira, comics que desbaratan cosas sólo por desbaratarlas.
Esto era algo más. Algo memorable. Esto era THE WINTER FUCKING MEN. El mejor comic de su generación. Aquel que desafió a todos.
The Winter Men, el comic que desapareció TRES AÑOS.
BOZHE MOI.
Simple y sencillamente es imposible saber las razones del monumental retraso del último capítulo de The Winter Men. Google no es tu amigo en esta búsqueda de la verdad. Lo único cercano a una respuesta (si la podemos llamar así) es lo que John Paul Leon declaró al ser cuestionado sobre el errático calendario de publicación de esta obra:
“I wouldn’t want to badmouth my writer, so I’ll just leave it at two words — not me.”
¿Acaso le sucedió a Brett Lewis lo mismo que le ocurriría en 2009? ¿Fue asaltado, cayó en coma y terminaría con daño cerebral? ¿Habrá descubierto en su investigación para el comic algún pacto de caballeros entre la Mafia Rusa que lo llevó a desaparecer del radar? ¿Habrá sido llevado a un Gulag en Siberia, se fugó de sus captores y fue puesto en el Programa de Protección a Testigos? ¿O simplemente se trató de un caso crónico de Writer’s Block?
Con fecha de portada en Febrero de 2009, The Winter Men: Winter Special aparece en el mercado del comic sin levantar suspicacias, aunque su atractiva portada blanca hace que el fandom recuerde a esta joya menospreciada del comic de nueva cuenta. Y más aún cuando Brett Lewis coloca sus palabras en boca de su protagonista, Kris Kalenov, en pleno discurso meta-textual:
“My little friends, I thought I would have more time to tell you how things ended up. But perhaps for now… I will just tell you the good bits.”
Y así, Lewis y Leon aceleran realmente el paso de la narrativa, disponiendo de grandes páneles para mostrar avances significativos en el plot (el asesinato del estratega detrás de las muertes de los políticos y criminales, el deceso de un personaje ancilar del que aparentemente fuimos negados de un spotlight más prominente, la aparición — por fin — del quinto ‘Winter Man’, The Siberian, entre otros sucesos). Sin embargo esta urgencia no causa detrimento alguno en el desarrollo de las caracterizaciones. Kris Kalenov y compañía gozan de un screentime suficiente para seguir dándole al lector reflexiones agudas de la vida en Rusia, y esto se debe a la precisa economía de las imágenes de John Paul Leon y al gran sentido de síntesis de Lewis. Después de todo, nos están mostrando “las mejores partes”, y vaya que cumplen esta promesa a carta cabal.
Es aquí donde la historia comienza a tener elementos fantásticos que lo asocian a esa premisa básica de “Superman en la Unión Soviética”, pero que de igual forma solo rinden lip service. Lewis poco a poco empieza a colocar mínimos grados de separación entre su obra y Watchmen, para muchos la obra magna del superhero comic – company excluded, true believers! — y esto es debido a la presencia de un comodín que altera completamente el desarrollo de la narrativa. De la misma forma que Alan Moore, Lewis inserta a un ser magnánimo de amplio poder, el cual desde las sombras ha sido contenido por el gobierno y la milicia desde su aparición tras el mítico “Tungusta Event”.
Ah! El “Tunguska Event”, ¿¡qué historia situada en Rusia está completa sin el Tunguska Event!?
De rasgos similares (y seguramente intencionales) al célebre “Dr. Manhattan” en Watchmen, este personaje – nombrado “Revolution’s Hammer” por el gobierno que intentó con cierto éxito contener su poder hasta el día de hoy – en lugar de establecer vínculos infinitesimales entre los sucesos, instituciones y personas que lo rodean, esboza por primera vez un dejo de independencia, de ser él quien le dé forma a su destino en lugar de esperar a que los eventos alrededor suyo le definan uno propio. Lewis ofrece además un twist bastante inteligente y que cambia por completo la forma de ver a estos personajes y la estructura militar-gubernamental que le dio vida, siendo ésta un facsímil muy acertado con el poder corporativo-editorial que controla a los superhéroes y la dirección de las historias que vemos publicadas mes a mes.
Esta analogía es reforzada con un intercambio muy sugerente entre Hammer y Kalenov:
“My power is anathema to Russia. As long as I live, men will suffer, fight and die to include that power in their agendas. I promise you, I won´t ever let them control me again. It will be my decision. We are not western heroes.”
De nuevo, el meta-texto adquiere mayor significado a la vuelta de cada página. Sin embargo el error que Revolution’s Hammer comete será fatal, al dejar a Kris con la misma independencia para decidir su futuro. Kalenov contrasta esta lógica anti-determinista de su enemigo de forma brutal, viendo a su vez sus puntos débiles y notables contradicciones:
“Russian Hammer – “Fatalist” – playing his part till the end. Marching to his fate. Inevitably. The nobility is in continuing on, no?”
Ouch.
Es en ese yerro que se da el contraataque final, en donde los poderes de la niña son transferidos a Drost, un personaje que nunca se vió directamente a los ojos con Kris pero que el destino lo pone de su lado tras una tragedia personal. Desafortunadamente la aceleración de la trama tras su improvista cancelación no nos ofrece mayor impacto a su drama interno, pero Lewis nos entrega un pedazo ENORME de diálogo para llevar a su personaje a la inmortalidad:
“I did everything I was supposed to. I followed orders. As a man, I carried joy and suffering evenly… and I only wanted what a man can expect… But if I cannot have these regular things… I will instead have murder.”
Durante el transcurso de esta historia, Kris Kalenov ha actuado tanto como actor principal y narrador omnisciente, y que quizás para muchos su continua exposición de lo que sucede – y que se acentúa sobremanera en este último tomo – pueda llegar a los límites del hartazgo. Sin embargo, Lewis ofrece momentos tanto cándidos, enternecedores y de gran dureza que afectan a su personaje, involucrándolo con lo que sucede en la trama con el fin de evitar ese distanciamiento que pudiese notarse entre él, su narración y nosotros como lectores. Un sentido encuentro con su exesposa (y que se había sugerido y dejado atrás durante el tomo #1) es retomado para hacernos ver lo difícil que es para este hombre alejarse de la tradición, de los vicios y de un semblante de vida rodeado de órdenes, violencia y una visión estrecha del mundo y quienes lo rodean.
Es ese mismo determinismo el que enfatiza que estos hombres y mujeres fallan rotundamente en su intento de vivir en un mundo en transición, en un mundo que ya no es suyo, o que nunca lo fue en realidad. Ese sobresaliente romanticismo es lo que hace de The Winter Men algo diferente y destacado.
Así, es Drost quien se vuelve el héroe de este relato en sus instantes finales. Lewis hace una decisión consciente en hacer de él y no a Kalenov el quien se lleve los laureles de la gloria. Porque algo que es claro a lo largo del relato es que Kris siempre fue entrañable pero también fue un horrendo ser humano, viviendo en el pasado y con un odio recalcitrante del futuro y temeroso de ser abandonado por las cosas que constituyen su “normalidad”, incapaz de desearles suerte a sus amigos, su esposa y amante y dejarlos vivir su vida.
Sin embargo, la ironía está en el aire y es Kris quien tendrá que tomar el legado de sus camaradas y ser el testigo de la “nueva Rusia”, además de digerir la posible amenaza de que alguien aproveche ese vacío de poder una vez que Hammer fue sacado del tablero de juego y que los cárteles criminales estén debilitados y desarticulados.
Pero el humor no ha abandonado a Kalenov, quien para nada es fanático de los refritos americanos e intentos de otros por crear secuelas de historias exitosas: “sounds like you are making a Western.”
De nuevo, el autor poniendo una línea indivisible entre su obra y la actualidad gastada del comic superheróico.
Es quizás por este atrevimiento, esta osadía, que The Winter Men es castigada por el desdén, el olvido y nostalgia a cuenta gotas por un número reducido de espacios electrónicos dentro de la blogósfera, esperando ser rescatado de alguna futura cápsula del tiempo y así ser colocada definitivamente dentro del nicho de los inmortales del comic.