— figuras folclóricas de discusión pública; my own personal canon
Fuente de orgullo, pasión e identidad.
Con una historia de alcurnia y tradición.
Forjado por personajes de leyenda.
Repleto de matices, contrastes y controversias.
Diestro para potenciar la inversión inteligente y sobrevivir en el despilfarro.
Dueño de un mítico Teatro de los Sueños.
Un equipo. Una ciudad. Una marca global.
Teniendo sus inicios entre 1878 y 1901 como Newton Heath, y desde 1902 como Manchester United F.C., este club es el representante definitivo del fútbol inglés ante el mundo, y sinónimo indiscutible de la siempre polémica Premier League, cuyo vasto alcance mediático y económico la sitúan como un espectáculo aparte.
Habiendo sido testigo durante un brevísimo tiempo de su temporada inaugural en 1992 a través de la televisión de paga y en reportes noticiosos, la presencia del Manchester United coincide con mi inmersión en forma total al deporte del balompié, justo cuando comencé a hacerme de estadísticas y a consumir en grandes cantidades toda fuente de información de mis deportes predilectos.
En mi memoria quedan esbozos muy finos de las últimas temporadas de Hugo Sánchez con el Real Madrid, los Mundiales de la FIFA del ’86 y el ’90, la Eurocopa del ’92 y los partidos del futbol mexicano a los que fui en compañía de mi padre antes de los 10 años de edad, pero es desde 1992 cuando el deporte en general empezó a ser una presencia infaltable en nuestra vida, y el éxito de los célebres “Diablos Rojos” ha sido parte de ella.
Hemos sido afortunados de ver el nacimiento de un torneo como pocos, donde la dominación de un conjunto sin igual y sus rivalidades con otras escuadras históricas y muy competitivas le han dado un gran sabor y atractivo. La Premier League fue la primera en poner en práctica y llevar al extremo la idea del fútbol como un producto—tal y como lo dijera el entonces presidente de FIFA, João Havelange— y que gracias a la devoción de los aficionados por sus colores, la acertada mercadotecnia, una mística de fútbol ofensivo y su constante difusión televisiva se ha convertido en un fenómeno social tanto en las islas británicas como a lo largo y ancho del mundo entero.
El protagonismo de los “Red Devils” es indiscutible pero es importante destacar que su prosapia está marcada por momentos amplios de sequía de títulos, habiendo terminado como segundo en la tabla de clasificación en numerosas ocasiones, y siendo su mayor fracaso un descenso de categoría en 1938. Es en la Inglaterra de la post-guerra donde se da el punto de inflexión más importante de su historia, con la llegada del entrenador escocés Matt Busby en 1945, edificando en su trajinar por el club a una dinastía como pocas en la historia de este deporte, dirigiendo a jugadores jóvenes y veteranos que se convirtieron en leyendas vivientes en los ojos de los aficionados.
Estas sinergias hicieron que su campo, el vetusto Old Trafford, se volviera un escenario inexpugnable y dueño de una atmosfera sobrecogedora y casi sobrenatural. Es Busby quien rompe la mala racha de 41 años sin un título de liga, deshaciendo un nada halagador estigma de quedar en segundo lugar en 4 de sus primeras 6 temporadas como mandamás del cuadro rojo. Una segunda corona llega en 1956, estableciendo una ventaja récord de 11 puntos sobre sus perseguidores, lo que les abre las puertas a una oportunidad inmejorable: la Copa de Europa, la entonces naciente competición entre clubes del viejo continente. Busby desatiende la solicitud de la Football Association para desdeñar el torneo, ya que este hombre nacido en Bellshill dejó claro por sobre todas las cosas que era un visionario:
“[…] football has become a world game, it no longer belongs exclusively to England, Scotland and the British Isles. This is where the future of the game lies… Anyway, let’s just try it.”
Su debut en la Copa de Campeones de Europa fue fulgurante, llegando hasta las semifinales donde se toparon con el entonces vigente campeón, el Real Madrid. Una espectacular eliminatoria queda a favor del club blanco por global de 5-3. El futbol ofensivo de los Diablos Rojos impresionó tanto al presidente Santiago Bernabéu que le ofrece a Busby el puesto de entrenador del Madrid.
Pero la ambición de este director técnico era trascender con su club y sus jóvenes promesas surgidas tanto de la cantera o reclutados a temprana edad de otros conjuntos de la liga inglesa. Un segundo título consecutivo en 1957 lo conduce a una nueva edición de la Copa Europea, enfrentando en cuartos de final al legendario conjunto yugoslavo de la Estrella Roja, en una trepidante eliminatoria que se decide por 5-4 (2-1 en Old Trafford a favor del United y posteriormente un 3-3 cardíaco cuando el Estrella Roja se sobrepone a un déficit de 0-3). Con el pase a semifinales, el futuro lucía halagador.
Pero dicha bonanza encuentra un alto de la forma más trágica cuando el 6 de febrero de 1958 el avión que transportaba al equipo, incluyendo a otros pasajeros y miembros de la prensa, pierde el control y se estrella en los interiores del aeropuerto de Munich-Riem tras un tercer intento de despegar durante una adversa nevada. De tajo, los cariñosamente llamados “Busby Babes” ven terminada una importante estela de éxitos. Tal fue el impacto de esta constelación de jóvenes estrellas que el propio campeón del certamen de 1958, el Real Madrid, le pide a la UEFA otorgarle el título al Manchester United, aunque ese acto de buena fe no fructificó.
La plantilla de estos tres años extraordinarios fueron Jack Crompton, Ray Wood, Geoff Bent (†), Roger Byrne (†), Bill Foulkes, Ian Greaves, Walter Whitehurst, Jackie Blanchflower, Eddie Colman (†), Duncan Edwards (†), Freddie Goodwin, Mark Jones (†), Wilf McGuinness, Jeff Whitefoot, Johnny Berry, John Doherty, Eddie Lewis, David Pegg (†), Albert Scanlon, Jackie Scott, Tommy Taylor, Dennis Viollet, Colin Webster, Liam “Bobby” Whelan (†), Gordon Clayton, Tony Hawksworth, Ronnie Cope, Robert “Bobby” Charlton, Alex Dawson, David Pegg, David Gaskell, Harry Gregg, Shay Brennan, Bobby Harrop, Tommy Heron, Peter Jones, Stan Crowther, Kenny Morgans, Mark Pearson, Ernie Taylor y Tommy Taylor (†).
La reconstrucción del equipo fue paulatina, en donde varios de los sobrevivientes del siniestro continuaron sus carreras en el fútbol con relativo éxito, o siendo fichados por otros equipos. Busby se sobrepone de una depresión y continúa al frente como director técnico, y a partir de 1962 la suerte empieza a sonreírle de nuevo al club, guiados por una segunda generación de “Busby Babes” que se forma tras el desastre de Múnich. El momento crucial en la memoria de los fans es sin lugar a dudas el que se suscita cuando el scout Bobby Bishop le envía un enigmático telegrama a Matt Busby que decía lo siguiente:
“I think I’ve found you a genius.”
Ese prodigio vivía en Belfast, y su nombre era George Best. Fichado desde los 15 años, debuta con tan sólo 17 en la Primera División, en una liga ‘63-64 en donde terminan segundos, mostrando un progreso sobresaliente como una plantilla competitiva. Los triunfos no se hacen esperar al ser campeones al año siguiente y por encima de su rival Leeds United únicamente por el promedio de goles, al empatar en la cima de la tabla con 61 puntos. El escocés Denis Law (proveniente del Torino italiano) se convirtió en la figura como goleador, obteniendo el cotizado Balón de Oro como mejor jugador europeo. Su trajín por Europa termina al ser eliminados en un juego de desempate contra el Ferencváros húngaro en la ahora difunta Copa de Ferias.
La Copa de Europa del ciclo ‘65-66 le daba de nuevo la bienvenida a uno de sus invitados más entrañables. El United mostró una gran forma y alcanza de nuevo las semifinales tras un encuentro histórico contra el Benfica en Lisboa, siendo la consagración internacional de George Best. Con dos goles condujo a su equipo a una goleada de escándalo contra quizás el mejor club de Europa en ese tiempo, y que contaba entre sus filas con el inmortal Eusébio da Silva Ferreira, la “Pantera Negra” de Mozambique.
“On nights like that, good players become great players and great players become gods… It was surreal stuff. I’ve seen other great teams play like that but to be a part of such an experience was unreal.”
—George Best.
Siendo nombrado “El Beatle” por la prensa portuguesa, el fútbol tenía ante sus ojos a una auténtica figura que se volvió un estandarte de la contra-cultura en el Reino Unido. De porte despreocupado, larga melena y de alma bohemia, Best se convirtió en ídolo, sex symbol y en una lucrativa marca registrada, dueño de una habilidad fantástica y un talento que lo catalogó como el mejor futbolista del mundo por los especialistas. Pietaje de sus andanzas con el equipo rojo abunda sobremanera, y sus movimientos con la pelota demuestran esos elogios, con habilidades futbolísticas y físicas muy distintas a las de un Pelé, Maradona o Messi, y más cercano al desparpajo y espíritu libre de un histórico como Mané Garrincha. Su vida fuera de las canchas también fue expuesta a un escrutinio total, en donde su imagen fue explotada en gran manera en un sinnúmero de negocios y campañas publicitarias.
De nueva cuenta la antesala de la final vuelve a ser el fin del camino para el Manchester United, perdiendo a doble partido contra otros “bebés”, el joven equipo yugoslavo del Partizan de Belgrado, que atravesaba por el mejor momento de su historia. Irónicamente, fue otra generación juvenil la que alza el trofeo continental en 1966, el afamado Real Madrid “Ye-Yé” comandado por las leyendas blancas de Miguel Muñoz y Francisco Gento. “Bobby” Charlton terminaría obteniendo el Balón de Oro ese año, tras guiar a Inglaterra al Campeonato Mundial de la FIFA.
El tridente formado por Charton, Law y Best dominó la liga inglesa en la temporada ’66-67 y su influencia fue tal que en el año 2008 se erigió un monumento en su memoria a las afueras de Old Trafford. Busby conmemoró a esa liga como la más brillante en su carrera como entrenador.
Pero la guinda a este ciclo de éxitos estaba incompleto. Había una asignatura pendiente. Entre la facilidad y el sufrimiento, el United llega nuevamente a una semifinal de la Copa de Europa, y de nuevo el Madrid se ponía en su camino. Un solitario gol de Best en el juego de ida resultó ser determinante para avanzar, al empatar 3-3 en un durísimo duelo en el Estadio Santiago Bernabéu. Tras darle la vuelta a la eliminatoria, el cuadro merengue sucumbe finalmente tras los goles de David Sadler y Bill Foulkes en los últimos 15 minutos.
Equipos como el propio Real Madrid y el Inter de Milán ya habían sido campeones de Europa en su propio país, pero la final suscitada en el vetusto Wembley entre Benfica y el Manchester United acaparó la atención por su atmósfera llena de fervor por un equipo que para ese entonces ya era una leyenda viviente, con una historia de drama y éxito detrás, y las cámaras de Eurovisión, la BBC y ITV daban fe de un espectáculo aparte.
Pero el hito más importante del club en sus primeras seis décadas de existencia fue labrado a sangre y fuego, en donde se recuerdan las atajadas del portero Alex Stepney a Eusébio, el impresionante performance del brutal zaguero “Nobby” Stiles y el gol de Charlton en el segundo tiempo que abría el marcador, y que hizo que la tribuna de Wembley se levantara de sus asientos. A 10 minutos del final Jaime Graça anota el empate para las “Águilas” de Lisboa, llevando al encuentro a la prórroga.
Pero en el tiempo extra los Diablos Rojos despedazan a su rival con una escapada de antología por parte de Best, que abría el camino para una goleada. Brian Kidd—posteriormente entrenador asistente en la década de los noventas—y Bobby Charlton sellaron el triunfo y la ansiada Copa de Europa llegaba por fin a las vitrinas del Manchester United. Best recibiría el Balón de Oro con justo merecimiento.
En este lustro de oro, el plantel fue compuesto por los siguientes futbolistas: David Gaskell, Harry Gregg, Shay Brennan, Noel Cantwell, Tony Dunne, Pat Crerand, Bill Foulkes, Maurice Setters, Norbert “Nobby” Stiles, Wilf Tranter, Willie Anderson, George Best, Bobby Charlton, Phil Chisnall, Johnny Giles, David Herd, Denis Law, Ian Moir, Graham Moore, Albert Quixall, David Sadler, Pat Dunne, John Fitzpatrick, John Aston, Jr., John Connelly, Albert Kinsey, Bobby Noble, Jimmy Ryan, Alex Stepney, Jimmy Rimmer, Francis Burns, Frank Kopel, Alan Gowling y Brian Kidd.
Tras perder la Copa Intercontinental en el tradicional duelo Europa-Sudamérica contra el Estudiantes de la Plata de Osvaldo Zubeldía—una cruenta batalla que pasó a la historia por su larga lista de jugadas violentas y malintencionadas, expulsiones, reacciones hostiles desde la grada y provocaciones de los medios ingleses y argentinos— los Diablos buscan refrendar su título europeo. De nuevo la semifinal sería su destino final al ser vencidos por el AC Milan italiano en una apretada serie que acabó en polémica por un gol invalidado que aparentemente cruzó la línea de meta.
Desafortunadamente, el declive del club coincide sobremanera tanto por el retiro de Matt Busby y por la desintegración particular de George Best, quien deja al club en 1973 ofreciendo sólo destellos de su gran calidad a cuenta gotas, con graves problemas de indisciplina y siendo absorbido completamente por su estatus como celebridad, siendo esta una turbulenta faceta de su persona que quedaría inmortalizada con esta lapidaria frase:
“In 1969 I gave up women and alcohol—it was the worst 20 minutes of my life.”
Es a través del film experimental “Football as Never Before”, que su legado futbolístico se preserva para la memoria colectiva. Concebido por el realizador alemán Hellmuth Costard (1940-2000), este largometraje sigue las acciones de Best a lo largo y ancho de Old Trafford, en un partido entre Manchester United y Coventry City el 12 de septiembre de 1970.
Los siguientes 20 años son completamente agridulces para el Manchester, con sólo dos triunfos en el torneo de Copa, un descenso—el segundo de su historia—y terminando entre los 4 primeros de la tabla solamente en 6 temporadas. Tras el fallecimiento del dueño Louis Edwards, quien estuvo al frente del equipo durante 22 años, su hijo Martin se convirtió en gerente general, siendo él el encargado de evadir notorias tomas hostiles por la propiedad del club en varias ocasiones.
Sin embargo, todos los llamados ‘equipos grandes’ del mundo se ven siempre bendecidos por una pizca de serendipia, y en el caso del United no fue la excepción.
6 de noviembre de 1986. Una turbulenta temporada bajo Ron Atkinson trae consigo la entrada de un nuevo entrenador en la persona del escocés Alex Ferguson, quien en su país había hecho historia con el modesto club Aberdeen, habiendo ganado en 9 años una foja increíble de 3 campeonatos, 6 copas, una Recopa de Europa y una Súper Copa de Europa, siendo un hecho sin precedentes en una liga dominada exclusivamente por dos equipos casi invencibles como los míticos Rangers y Celtic.
Desde el principio de su carrera como director técnico dio indicios de una personalidad llena de contrastes y una disciplina de trabajo y alta competitividad que lo situó en un escaparate distinto a lo que el fútbol contemporáneo estaba acostumbrado, y que se describen de manera muy elocuente en una excelente biografía escrita por el periodista Patrick Barclay en 2010, quien lo cataloga como uno de los hombres más duros en este deporte, poco popular con sus jugadores, y reacio y despectivo ante una prensa más preocupada por el sensacionalismo que por la objetividad. Un hombre que se lamenta ante la injusticia arbitral mientras trata injustamente a los árbitros, y que exige respeto a pesar de su notable rudeza con la gente a su alrededor. Un hombre obsesionado con el control, cuyo estilo navega entre la persuasión, la psicología, la imposición del miedo sobre sus dirigidos, omnipresente para supervisar tanto su vida profesional como privada y encontrar maneras eficaces para combatir la complacencia de sus futbolistas, sea el partido que sea.
Para Barclay, todos estos atributos nos hablan de una persona fascinante y de gran brillantez que emplea una actitud agresiva como si fuera una herramienta más para la gestión eficiente del talento humano, y no como un arma de ataque personal. Sus característicos regaños en la cara de sus discípulos, bautizados como el “hairdryer treatment”, fueron el pan de cada día en las sesiones de entrenamiento. El libro arroja dos citas muy interesantes que desmenuzan el porqué de estas conductas beligerantes por parte de este polémico entrenador:
“Part of his method was to test players, to see if they had the stuff to go forward rather than buckle.” — Bill Stark; jugador de Ferguson en Aberdeen (‘83-87).
“He was very organised and very fair. If you crossed him, you were in trouble. If you try your best, you’ve have no problem. […] He was looking for a response and he usually got it. If he didn’t, you were probably on your way.”
— Arthur Albiston; jugador de Ferguson en la selección de Escocia en 1986.
Forjado bajo un estricto código de valores que ha aplicado a rajatabla tanto en su vida privada como a nivel profesional, el autor cataloga a Ferguson como un hombre de vieja escuela y orígenes humildes que se ha sabido adaptar a los cambios en este deporte de masas que está repleto de intereses, egos y sumas multimillonarias; que toma a la lealtad como algo muy en serio, siendo de mano dura cuando se necesita pero comprensivo en los momentos adecuados. Todas estas dicotomías, matices y complejidades hicieron de su labor en el United algo digno de estudio.
Su dura ética de trabajo y gran manejo del vestuario convenció a Martin Edwards de ficharlo inmediatamente:
“His fury showed the sort of standards he set. Just to win was not good enough. He wanted to win in style.”
Desde que llegó a la entidad, Ferguson sabía que tenía un reto mayúsculo entre manos. La consigna era hacer trascender nuevamente a un equipo histórico pero entrado en obsolescencia, y más aún cuando todos los clubes ingleses vivían a la sombra del inmortal conjunto rojo del río Mersey, el Liverpool, que en los setentas y ochentas al mando de Bill Shankly y Bob Paisley obtuvo nada menos que cuatro Copas de Europa y 24 trofeos más, basado en un juego de poder físico atrás, el buen trato del balón en el mediocampo con jugadores prodigiosos y una pegada brutal con delanteros de leyenda.
Para su mala fortuna, la forma futbolística del United solo le alcanza para terminar en onceavo lugar en la temporada ‘86-87, trabajando con el grueso de jugadores ya establecido desde los tiempos de Atkinson, incorporando solamente a Viv Anderson del Arsenal por £250,000 y a Brian McClair del Celtic por £850,000. Alrededor de esos años, llamó la atención de los Diablos Rojos un talentoso jovencito galés de 14 años de nombre Ryan Joseph Giggs, que se entrenaba en las inferiores del rival de enfrente, el Manchester City. Tanta fue la expectativa por tener a ese chico que el propio Ferguson fue a la casa de sus padres a ficharlo.
En ‘87-88 resulta ser el mejor año en casi una década tras ascender a la segunda posición, 9 puntos debajo del propio Liverpool, que seguía imponiendo su hegemonía en la primera división inglesa. Ese ciclo trajo al el club al que sería un jugador clave para el futuro: Steve Bruce, un defensa central fichado del Norwich City por £825,000.
Constantes altibajos dejan al período de 1988-89 como una decepcionante campaña, ocupando nuevamente el puesto once de la tabla, a pesar de la gran inversión realizada por la directiva: Jim Leighton (£500,000), Lee Sharpe (£200,000), la recompra de Mark Hughes al Barcelona (£1,800,000, un récord para la época), Mal Donaghy (£650,000), Ralph Milne (£175,000) y Guiliano Maiorana (£30,000). El malestar de la grada alcanzó su punto máximo cuando una persona de nombre Peter Molyneux colgó una manta que acaparó los reflectores de forma notable:
3 YEARS OF EXCUSES AND IT’S STILL CRAP…
TA RA FERGIE
La inconsistencia, las lesiones, los fichajes sin funcionar y la desesperación de la afición por la falta de títulos ponían a Ferguson contra las cuerdas, y más aún cuando la situación no mejoraba para el ciclo ‘89-90 (último de su contrato inicial), terminando en un treceavo sitio de la clasificación, a cinco puntos del descenso y con el club a punto de ser vendido, cosa que finalmente no sucedió. En ese entonces la modernización de Old Trafford, obligada por el célebre “Taylor Report” tras la tragedia de Hillsborough, obligó a Martin Edwards a poner al club a la venta, siendo el empresario de bienes raíces Michael Knighton el más interesado. No sería la última vez que el United estuviera en la mira del mejor postor.
Sin embargo el alto despilfarro tenía un propósito: aún y cuando en 1989 se incorporaron a más jugadores (el australiano Mark Bosnich como agente libre, Mike Phelan por £750,000, Neil Webb por £1,500,000, Gary Pallister por otro monto récord de £2,300,000, Paul Ince por £1,000,000 y Danny Wallace por £1,300,000), Ferguson comenzó una atinada captación de talentos, siendo en ese lapso donde se empieza a gestar una generación que en el futuro sería bautizada por la prensa como los “Fergie’s Fledglings”, y de los cuales se cuentan en los anales del club a dos generaciones principales, siendo la primera de ellas integrada por Lee Sharpe, Russell Beardsmore, Clayton Blackmore, Lee Martin, Mark Robins, Tony Gill, Giuliano Maiorana, Deiniol Graham, David Wilson y Derek Brazil.
La renovación del entrenador por 3 años más con el United no calmó las aguas, y fue hasta el 7 de enero de 1990 cuando la suerte empieza a cambiar: en la tercera ronda de la FA Cup, un solitario gol de Robins sella la victoria de los Diablos contra el Nottingham Forest, en lo que para muchos es sin duda el momento más importante en la carrera de Ferguson.
“In the end I don’t think it was a very good game. It wasn’t particularly memorable at the time but obviously it has lived long in the memory of other people. I wouldn’t expect him to say anything. He gave me a job and I did it.”
—Mark Robins.
A partir de ahí, no se volvió a mirar atrás. El club alcanzó la final de la Copa, empatando 3-3 contra Crystal Palace en un encuentro de infarto. El desempate se juega un 17 de mayo del ’90, y a 30 minutos del final un gol del lateral izquierdo Lee Martin le da el primer trofeo al Manchester United en 5 años. La tranquilidad de un título le da el crédito suficiente a Ferguson para pensar en el futuro:
“Without the FA Cup victory over Crystal Palace nearly four years after my arrival, grave doubts would have been raised about my suitability for the job. We will never know how close I was to being sacked, because the decision was never forced on the United board. But without that triumph at Wembley, the crowds would have shriveled. Disaffection might have swept the club.
Winning the FA Cup allowed us breathing space and deepened my sense that this was a wonderful club with which to win trophies. To win the FA Cup at Wembley made the good times roll. But on the morning after our victory, one newspaper declared: ‘OK, you’ve proved you can win the FA Cup, now go back to Scotland.’ I never forgot that.”
Los sinsabores en el torneo liguero continuaron tras alcanzar un sexto lugar en la temporada 1990-91, a pesar de tener a refuerzos de calidad tales como Neil Whitworth (£45,000), Denis Irwin (£625,000), el ruso Andrei Kanchelskis (£650,000), el portero danés Peter Schmeichel (£500,000) y Paul Parker (£2,000,000). Es en esta temporada donde se da comienzo a la acalorada rivalidad entre los Diablos y los “Cañoneros” del Arsenal, cuando una trifulca en la fecha 9 les costó a ambos clubs los puntos y una multa de la Football Association.
Sin embargo, el triunfo copero del año anterior les abre las puertas a un torneo continental por primera vez en mucho tiempo: la Recopa, en donde alcanzan la gran final en la que se enfrentan al mítico Fútbol Club Barcelona de Johan Cruyff, que había llevado al club catalán a su primer campeonato de liga en seis años. Su presidente, el siempre controversial Josep Lluís Núñez, declaraba atrevidamente “si ganamos, será la hostia”, y los propios integrantes del equipo blaugrana se consideraban superiores a su rival británico. 17,000 aficionados del Barça se trasladaron al estadio De Kuip en Rotterdam para apoyar a sus colores, en una competición que por historia siempre le vino bien.
Fue en la segunda mitad donde el partido se rompió. Con dos goles del galés Mark Hugues, el United se puso al frente a quince minutos de terminar el encuentro, siendo el segundo tanto una jugada dudosa a decir de los catalanes. “Sólo hemos jugado un cuarto de hora”, dijo Cruyff cuando su equipo se volcó al frente demasiado tarde, con un tiro libre de Ronald Koeman que acortó distancias con 10 minutos en el reloj y un gol anulado de Antonio Pinilla al que Núñez le atribuyó la culpa a los jueces de línea.
O son temerosas, o son electrizantes. Así son las finales europeas. En definitiva, la conquista de este trofeo detona la avalancha de títulos para los Diablos Rojos.
Tras ganar en Old Trafford la Súper Copa de Europa al Estrella Roja de Belgrado, la temporada liguera 1991-92 fue brillante pero el título se les vuelve a negar. Del primer grupo de “Fledglins” solo quedó Sharpe, siendo los demás vendidos o traspasados a otros equipos. En palabras de Ferguson, la evolución paulatina del club continuaba su curso natural:
“I am well aware that a lot of people thought I should have stuck with them longer. They got their chances through injury but as the senior players regained fitness I gradually replaced them. I believe I did the right thing. I was thrilled for the young ones myself but I didn’t think they were quite good enough to sustain their form.”
La victoria en la Copa de la Liga ’91-92 no quitó el sinsabor que dejó un segundo lugar, 4 puntos por debajo del campeón Leeds United, comandado por el defensa Gordon Strachan—cuya enemistad con Fergurson desde sus días en Aberdeen dio mucho de qué hablar durante décadas—y un mediocampista de corte ofensivo de 26 años de nombre Eric Cantona, proveniente del modesto Nîmes francés.
Fue Gérard Houllier, entonces entrenador de Francia, quien le recomienda a Ferguson el hacerse de este futbolista a pesar de su historial de indisciplina en selección francesa y en sus días en el balompié galo. Cuando el Leeds se interesa por el defensa Denis Irwin—su mejor fichaje de todos en palabras de Ferguson—el entrenador escocés hace uso de sus inmejorables habilidades para negociación para sugerir el fichaje de Cantona a Martin Edwards. Howard Wilkinson, gerente y entrenador del Leeds, le hace ver a su jugador el interés del United por él, recibiendo como respuesta un críptico telegrama que decía “The salmon that idles its way downstream will never leap the waterfall”, lo cual nos habla mucho de una personalidad cáustica pero a la vez intrigante, y siempre con algo que decir. Tras un millón de libras esterlinas, el prodigio de Marsella cambia su jersey blanco por el rojo. La aventura comienza.
El binomio Ferguson-Cantona fue el engrane que le dio al Manchester United ese salto de calidad para reclamar como suyo al fútbol inglés. A título personal, Cantona es el mejor jugador extranjero que ha vestido esta playera, y su contribución en este cambio de rumbo fue definitivo, gozando de gran libertad para la creación de magia en el campo, numerosas oportunidades ofensivas y dueño de una pegada como pocas para confeccionar goles espectaculares, alcanzando la inmortalidad en el ojo del aficionado a pesar de su complicado temperamento.
– – – – – – – – – –
LOS GRANDES HITS
“If you were on your way to watch Manchester United you were in for goals and drama. Your heart was in for a test.”
— Alex Ferguson.
Hablar de la Premier League es hablar de la historia contemporánea del Manchester United. Invariablemente sus destinos están cruzados y los éxitos, fracasos y controversias que rodearon al club fueron ampliando la presencia de esta nueva liga, que reemplazó intempestivamente a la vieja Primera División tras un boicot exacerbado por jugosos acuerdos multimillonarios a nivel televisivo.
Ferguson consolida por fin a una plantilla capaz de recuperar el lustre de antaño y plantar cara a todos los grandes clubes del mundo, materializando a largo de 26 años una manera de trabajar sin igual, basada en la formación de jóvenes talentos, la adquisición cerebral de posiciones clave en el mercado de fichajes, y con ello beneficiar la rotación constante, la competitividad interna entre el plantel, una férrea disciplina y el control, así como la versatilidad en el esquema de juego—bajo dicho tenor, él nunca se casó con un sistema definido.
Con 210 jugadores bajo su mando (104 a través de fichajes), el Manchester United formó una dinastía ilustre e inmortal que consiguió un total de 13 ligas, 5 FA Cups, 4 Copas de la Liga, 11 Community Shields, 2 Copas de Europa, 1 Recopa, 1 Súper Copa de Europa, 1 Copa Intercontinental y 1 Mundial de Clubes de la FIFA. En 1,500 partidos con Ferguson al timón, el club cosechó una foja impresionante de 895 victorias y 338 empates, por tan solo 267 derrotas. El destronar al Liverpool como el mandón de Inglaterra sin duda representó la cereza en el pastel.
La grama de Old Trafford fue engalanada con jugadores de talla mundial tales como los porteros Peter Schmeichel, Fabien Barthez, Edwin van der Sar y David de Gea; defensores como Denis Irwin, Gary Neville, Phil Neville, Jaap Stam, Gary Pallister, Rio Ferdinand, Owen Hargreaves, Louis Saha, Nemanja Vidic, Patrice Evra y Mikaël Silvestre; centrocampistas como Nani, Darren Fletcher, Steve Bruce, Roy Keane, Juan Sebastián Verón, Michael Carrick, Wayne Rooney, Carlos Tévez, Andrei Kanchelskis, Fábio da Silva, Rafael da Silva, David Beckham, Nicky Butt, Ryan Giggs, Paul Ince, Bryan Robson, Lee Sharpe, Eric Cantona, Park Ji-Sung y Paul Scholes, además de delanteros como Mark Hughes, Ruud van Nistelrooy, Cristiano Ronaldo, Dimitar Berbatov, Danny Welbeck, Javier Hernández, Antonio Valencia, Ashley Young, Robin van Persie, Andy Cole, Ole Gunnar Solskjaer, Teddy Sheringham y Dwight Yorke.
Su retiro como entrenador fue un acontecimiento sin precedentes, ni se digan los homenajes que el club le ha dado en vida para reconocer a su legado—una estatua erigida fuera de Old Trafford y rebautizando a una tribuna con su nombre—y que quedará como imborrable en los anales del fútbol. Si existe una manera de encapsular este hecho único dentro del balompié, no hay nadie mejor que Patrick Barclay para decirlo de manera lapidaria:
“There may never be another Ferguson. There will certainly never be another football environment like that which nurtured him.”
Aún y cuando el escocés eligió a su sucesor en la figura de su compatriota y amigo David Moyes—de la manera más concienzuda, calmada y justificada, como lo hace ver en entrevistas y en los libros de su autoría— su arribo a la entidad escarlata coincide con un mundo futbolístico donde los resultados requieren ser inmediatos, y el no conseguirlos trae repercusiones más allá de lo deportivo. El currículo de Moyes en el club liverpudlian del Everton (11 años consecutivos como director técnico del primer equipo) traía a la mesa similitudes con el trajín de Ferguson, con una gran consistencia de resultados y posiciones de privilegio en la Premier, aún y cuando no se tradujesen en títulos.
Pero en su contra estaba la historia moderna del United durante los últimos 15 años, la cual nos habla de una aparente inestabilidad institucional en donde la gradual toma corporativa (muchos dirán hostil) de la tanto exitosa como controversial Familia Glazer sobre el club, a la par de la adquisición de deuda para la inversión a corto y largo plazo, y la dependencia de jugosos contratos multimillonarios en aspectos de comercialización, han dejado al club en una situación delicada, a expensas de obtener triunfos a como dé lugar para lograr números negros a final de cada ciclo futbolístico. Es decir, los títulos representan liquidez, y en ese aspecto Moyes llegó en clara desventaja respecto a su antecesor.
Teniendo el tiempo en su contra, además de una clara baja de forma futbolística de la plantilla a su cargo, la paciencia fue colmada tras solo diez meses, siendo despedido el 22 de abril de 2014 y quedando fuera de la importante y lucrativa Copa de Europa/Champions League por primera vez en 19 años (siendo esto último lo que quizás dio al traste con su proyecto).
La sucesión de Ferguson daba por sentado un crédito limitado para quienes asumieran el cargo de entrenador. Tras la salida de Moyes, es el holandés Louis van Gaal el que toma la estafeta, llevando consigo su célebre y férrea disciplina, la cual no fue vista con buenos ojos por el entorno alrededor del club, jugadores y prensa, siendo ésta una situación que se ha repetido en gran parte de su amplia carrera en diferentes países.
Fue esta explosividad la que le cobró factura al ventilarse varios conflictos con su plantilla, mostrando un semblante abatido a más no poder ante la derrota, además de que los resultados del club tuvieron tintes contrastantes (clasificación a Copa de Europa en su primer año, pero eliminación temprana en el segundo). A pesar de ganar la FA Cup y llevar al club a la Copa UEFA/Europa League, el enquistamiento de sus relaciones dentro de la institución lo llevaron a su inminente cese el 23 de Mayo de 2016.
Es en este período de incertidumbre que el Manchester United enfrentó el reto más importante de su presente, que es el vencer a la obsolescencia que amenaza con engullirlo y llevarlo al oscurantismo propio de un fin de ciclo. En nada ayudó el advenimiento de un club como el Manchester City, aquel que alguna vez Ferguson llamó “el vecino ruidoso” y que al día de hoy—y gracias a la fuerte inyección económica del ultra millonario Abu Dhabi United Group—se ha convertido en un competidor de respeto, y más peligroso de lo que han sido otros rivales contemporáneos como el Arsenal entrenado por el brillante (aunque subvalorado) Arsène Wenger y el Chelsea del polémico magnate ruso Roman Abramovich. Para escapar de estos malos augurios, contrató quizás a la persona más audaz en términos de supervivencia y combatividad ante la presión que envuelve al entorno del fútbol: el portugués José Mourinho, cuya impactante personalidad, logros a nivel deportivo y su agresiva filosofía del triunfo a toda costa lo han convertido en el enfant terrible del balompié mundial.
Llamó poderosamente la atención su enfrentamiento con el que ha sido su némesis en tiempo reciente: el analítico y obsesivo Pep Guardiola, ahora entrenador del City—ese mismo hombre a quien el ingenio de Manuel Jabois lo llamó tanto “extraordinario y valiente pero de discurso grosero, un amante de ganarlo todo incluyendo a las derrotas carismáticas”. Ambos directores técnicos nos regalaron una temporada 2016-17 no solamente colorida sino emocionante. Tras ganar la Community Shield al Leicester City, Mourinho tomó el crédito de la Europa League y lo fue extendiendo hasta las últimas instancias, obteniendo este galardón con un triunfo categórico de 2-0 sobre un Ajax que no le vio ni el polvo. Así, el United consiguió al fin las tres copas europeas en su palmarés (Champions, Recopa y UEFA) para unirse a un selecto grupo de ganadores. El éxito se extendió en la Copa de la Liga al vencer al Southampton 3-2 en la final.
Desafortunadamente para “Mou”, la forma futbolística en Premier League fue decepcionante, quedando a 24 puntos del campeón Chelsea. A pesar de ello, el triunfo en Europa League compraba un boleto automático a la Champions, y con ello un poco de tiempo para enmendar el camino. Fue en esta campaña donde Wayne Rooney no solo se convierte en el máximo goleador del club con 253 anotaciones (superando los 249 de Sir Bobby Charlton), sino que fue también su última campaña tras 13 temporadas con los Diablos Rojos.
El ciclo 2017-18 fue donde explotó el duelo Pep vs. Mou, luchando palmo a palmo la liga, la cual terminó en manos del City con una friolera de 100 puntos, siendo un récord y con 19 puntos de ventaja sobre el United. En otros frentes, el equipo rojo perdió la Súper Copa de Europa frente al Real Madrid en Macedonia (1-2), y fue eliminado de la Copa de la Liga y en Champions League. La FA Cup quedaba como consolación, pero los Diablos pierden la final 0-1 frente al Chelsea del italiano Antonio Conte.
La temporada 2018-19 fue el fin del idilio ManU-Mou, tras un decepcionante inicio de solo 7 victorias en 17 partidos. De la misma manera que con sus antecesores, las relaciones con el vestuario se fueron rompiendo poco a poco, a pesar de contar con extensos recursos económicos para confeccionar a una plantilla competitiva. Su reemplazo fue nada menos que el ex-jugador Ole Gunnar Solskjaer, cuyo impacto fue inmediato al conseguir una foja descomunal de 18 victorias entre diciembre y abril en todas las competiciones, incluyendo una clasificación a cuartos de Champions de infarto ante el París Saint-Germain en el vetusto Parc des Princes en tiempo añadido. Sin embargo, el equipo no pudo mantener el ritmo durante el tramo final de la temporada, siendo eliminado en todas las instancias y quedando a 32 puntos del campeón Man City, además de ser eclipsado por el eterno rival Liverpool (energizado con el fichaje del entrenador alemán Jürgen Klopp) en la lucha por el título.
La temporada 2019-2020 se vió recortada 3 meses por la pandemia del Covid-19, pero dicho impasse no detuvo al equipo de mantenerse en competencia hasta las últimas instancias. Sin embargo, la falta de títulos continúo al quedarse tercero en la clasificación de la Premier (a 33 puntos y muy lejos del campeón Liverpool), y en la antesala de la final de la Copa FA, la Copa de la Liga y la Europa League, esta última jugada a puerta cerrada en Alemania en su fase decisiva.
El ciclo ’20-21 sitúo a los Diablos Rojos en la pelea por el título nuevamente, pero aún y cuando terminó con las mismas derrotas que el campeón Manchester City, la distancia de 12 puntos del primer puesto fue insuperable. La evidente crisis de resultados y de estilo de juego se habían extendido demasiado, y esto se lo hicieron saber los fans al grupo de dueños: la ocurrencia de formar una “Super Liga” entre los clubes más importantes de Europa y el “Big Six” inglés, desencadenó una negativa feroz y el divorcio total entre los oligarcas del balón y quienes siguen viendo al fútbol como un deporte de masas. Tras la presión política y social, el United y demás clubes británicos dieron un paso al costado e intentaron limar asperesas con sus aficionados; sin embargo, una ruidosa protesta e invasión al campo de Old Trafford el 2 de mayo de 2021 condujo a una especie de ‘guerra fría’, la cual se mantiene hasta el día de hoy. La derrota del club en la final de la Europa League, en muerte súbita contra el Villarreal español (11-10 en penales), puso más sal a la herida.
El regreso del ídolo Cristiano Ronaldo al club en agosto de 2021 (tras 12 años de ausencia) representó un intento honesto por reverdecer laureles para los mancunianos, además de una especie de reivindicación por la fallida política de fichajes y de dirección deportiva que han aquejado al club tras la salida de Alex Ferguson. Desafortunadamente, todo se vino a pique tras una pésima racha entre septiembre y diciembre, incluyendo un 0-5 histórico vs. Liverpool, y que desencadenó en el cese de Solksjaer. Tras un breve interinato de Michael Carrick, y en lo que fue un golpe de timón a todas luces inesperado y de difícil explicación, la junta directiva nombró como “entrenador” y “asesor” (al mismo tiempo aunque sin dejarlo claro) al experimentado coach alemán Ralf Rangnick; erudito, innovador y de “culto” dentro de la renovación futbolística contemporánea en el país teutón. Pero dicho reemplazo no detuvo la irregularidad del United, aún y cuando Cristiano colaboró con 24 goles en todas las competiciones. Derrotas categóricas contra Liverpool (ahora por 0-4), un 1-4 vs. City y otra por 0-4 vs. Brighton dejaron para la estadística la peor campaña en cuanto a número de victorias en liga y goles en contra en décadas, dejándolo fuera de la Champions League del siguiente curso. Con menos de 6 meses en el cargo, Rangnick rescindiría su vinculación con el club en abril de 2022, siendo el holandés Erik ten Hag su reemplazo inmediato. Una temporada rara, quizás la más surreal en el ciclo post-Ferguson.
De esta manera y desde la última década, para el Manchester United ha sido un reto mayúsculo y constante el encontrar una tendencia positiva de resultados; que le asegure al club un proceso de reconstrucción firme y poco convulso; y que lo acerque a competir contra sus rivales históricos, los equipos emergentes y los “nuevos ricos”. Cada temporada es una búsqueda casi obsesiva por reencontrarse con la gloria, la reconciliación con el aficionado, y sobrevivir a este implacable presente del balompié moderno, que no admite errores y exige ganarlo todo.