El 13 de febrero de 2002 fue publicado el tomo #28 del comic “The Authority”, una de las series definitivas dentro del llamado Noveno Arte en el siglo XXI. Aún y cuando en sus créditos aparecen como autores el escritor Mark Millar y el artista gráfico Arthur Adams, el guión corrió a cargo nada menos que de Grant Morrison, quien junto a Millar se convirtió en una de las voces más representativas del comic comercial en las últimas tres décadas.
En aquel entonces Millar sufría de una grave enfermedad, así que Morrison entró al quite como un favor a su colega. Cuando se supo la verdad tiempo después causó cierta ámpula, ya que su vínculo tan estrecho se transformó en una enemistad y un subsecuente pacto de no agresión. Parte de las razones de este conflicto recayó en la insistencia de las publicadoras DC Comics y Marvel por hacerse de los servicios en exclusiva del artista Frank Quitely, una de las súper estrellas del comic mainstream y frecuente colaborador de ambos guionistas (en aquellos días Quitely dibujaba al mismo tiempo tanto al Authority de Millar como a New X-Men con Morrison).
De igual forma, Morrison llegó a insinuar que tuvo mano en el comic de “Superman: Red Son”, escrito por Millar en 2003: “The best Superman idea I ever had, I gave to Mark Millar for the conclusion of Red Son, so I’ve been forced to try even harder to do something even better…” (entrevista a Newsarama dot com, el 22 de diciembre de 2004).
Mark Millar.
Estos autores se encontraban en un lugar privilegiado en sus carreras, y el que ambos estuviesen ligados en un aparente estatus de “Maestro y Aprendiz” no le venía bien a ninguno de los dos, así que tomaron rumbos distintos y quemaron puentes para siempre.
Authority #28, para quienes han leído la obra de Morrison, podrán darse cuenta de numerosos fragmentos que delatan su intervención, siendo su tónica narrativa llena de ideas locas, diálogo rimbombante y esotérico las más evidentes. Siendo lector asiduo de ambos escritores en aquellos días, diálogos como este tuvieron un impacto inmediato en una mente impresionable como la mía:
“May I introduce you to one of our first experiments: the world’s first memetically-engineered, all-purpose pop god, Religimon.”
“El primer Dios Pop multipropósito y diseñado meméticamente en el mundo.” ZOMG. Cosas como esas dejan cicatrices profundas e incurables, y te vuelven fan de por vida de estos autores y sus cuentitos.
Más allá de las influencias a lo Burroughs y Philip K. Dick, cosas como la “ingeniería memética” no te las encuentras a menudo, y mucho menos siendo estudiante universitario y enfocado en cosas más terrenales, y acostumbrado a clases de Literatura con textos menos oscuros y al alcance de una audiencia casual.
Memética… Memética… Meme. La primera vez que leí la palabra MEME—de uso frecuente en la actualidad—fue aquí, en un cuentito de 2002 comprado por catálogo y una década antes de que explotara como el medio de distribución inmediato para atragantarnos de cultura pop, sarcasmo e imágenes alocadas por las redes sociales.
Grant Morrison.
En aquellos días estaba absolutamente embebido en la cultura del comic comercial e independiente, y acumulaba fuentes de información constantemente. Era obvio que me encontraría con algo que le diera contexto a este término tan inédito, tan fantástico y que ya me hubiera gustado haberlo inventado yo. Fue en una entrevista con el propio Morrison (quién más) en Newsarama el 4 de junio de 2002 que por fin entendí el propósito oculto de esta frase.
Al más puro estilo “Morrisoniano”, su explicación te dejará asombrado. Tú no necesitas saber nada de esto, pero en caso de que estés interesado…
‘Meme’ is a word coined by Richard Dawkins, which I use to describe replicating information complexes which are not genetically transmitted but culturally transmitted; an example would be a popular song. The song is a ‘meme’ and the ‘meme’ is an idea that proliferates, grows and mutates using human and animal nervous systems as a carrier medium. We hear a song, an idea born in the mind of its writer, we then whistle the song, someone else picks up the tune and passes it on, until the whole world is whistling (Kylie Minogue’s ‘Can’t Get You Out of My Head’ is a perfect 21st century pop encapsulation of ‘memetic’ process, as well as being a virulent ‘meme’ in its own right).
Homer Simpson’s ‘D’oh!’ is a ‘meme’, as is Christianity, and some ‘memes’ are stronger and more durable than others. The values your parents instill in you are all ‘memes’. They are the things your biology doesn’t tell you about the environment you live in. They are not innate traits but learned behaviors.
“The ‘meme’ is an idea that proliferates, grows and mutates using human and animal nervous systems as a carrier medium.”
With this in mind, I’m suggesting that our ability to create superhuman bodies mustn’t be allowed to overshadow the need for superhuman minds to go with them; manipulation of genome components will result in harder, faster, stronger bodies but what good will that really be if those bodies are in the service of primitive ideals? Genetically-modified Nature will require an equally healthy dose of ‘memetically’-engineered Nurture if we don’t wish our super-people to grow into monsters.
‘Memetic engineering’ is my term for the precise manipulation of ‘memes’ by experts. The first superhumans will need to be given forward-moving ideas instead of backward-looking doctrines. It will be in our own interests to show them a copy of Superman before we show them a copy of Mein Kampf as I’ve said elsewhere.
We will have to show them comics. In fact, I have a feeling they will demand to see them. Comic books are the only art form forward thinking enough to have mounted a sustained examination and critique of the superhuman ideal. I imagine that these new people will learn a lot about how to behave and how not to behave from books like X-Men or Miracleman or The Authority.
‘Memetic engineering’ is my term for the precise manipulation of ‘memes’ by experts.
That’s why I think superhero stories are developing into the most important social realist fiction of the coming century. Imagining role models and moral codes for the children of tomorrow or showing them pitfalls of power is a pretty good job to have.