El año de 1995 vio una progresión acelerada para establecer estándares de comunicación efectivos para enviar patrones de voz y datos sobre redes IP. A partir de ese momento, la world wide web comienza a adquirir su fisonomía como un producto de consumo público, y muy lejos ya de sus orígenes humildes como herramienta propia de los centros de investigación.
La primera “guerra” entre navegadores web (Netscape vs. Internet Explorer) se da en 1996, iniciando con ello una larga genealogía y modernización en nuestra manera de “surfear” por la también llamada “súper carretera de la información”. Mi primera experiencia frente a una computadora con conexión a Internet fue en el lejano 1997, y antes de que terminara el siglo XX su evolución fue vertiginosa: en menos de un par de años ya teníamos un abanico de opciones para navegar, ya sea con Netscape, Yahoo!, Internet Explorer o Google.
El uso del correo electrónico se convirtió en el estándar permanente para la comunicación digital, y las páginas web (programadas en el lenguaje básico del HTML) fueron el canal inmediato para compartir temática variada y de expresión personal. Su combinación dio lugar a los “newsletters”:
A generic summary of the newsletters for people who may have missed them:
1. He’s working on stuff. No, he can’t tell you what. Don’t ask.
2. Here’s cool stuff other people are doing.
3. Here’s some music. It’s synthy and ominous.
You’re now up to date.
— Warren Ellis.
Para el año 2000, las compañías America Online y Time Warner concretaron la fusión comercial más grande que se haya visto en la historia de la humanidad. Una transacción bursátil tan voluminosa como su desplome posterior tras la implosión de las empresas “punto com” en 2001. Libre de expectativas intangibles, el Internet fue encontrando su auténtico valor.
Tanto para las telecomunicaciones globales como para los nichos específicos, la web se convirtió en una herramienta de difusión de ideas, productos y contenidos muy eficaz, y en una plataforma de expresión permanente para sus usuarios. Aplicaciones de mensajería instantánea como ICQ en 1996, Windows Live Messenger en 1999 y Skype en 2003 marcaron una evolución interesante para la interacción virtual.
La saturación de contenidos en la web gestó corrientes de pensamiento que vaticinaban la “muerte” de los medios impresos en el corto/mediano plazo, pero con el paso de los años esta tendencia se ha ralentizado—inconsciente o deliberadamente queda a criterio del consumidor. Al día de hoy, la palabra tanto impresa como a través de la pantalla han encontrado una coexistencia, así como también independencia respecto a formatos, presentación, diseño y sus aspectos técnicos:
“I love print. I love magazines that commit and pay for long articles and long fiction. The web rewards neither approach. It’s a packeted medium, a surf medium. Short bursts are the way to go. The web isn’t a replacement medium — it’s “another” medium. That said, if your concept of a magazine is something designed in one-page bursts, or three pages that only carry 500 words due to the mass of images, then, really, you’re not doing anything the web can’t do better, are you?”
— Warren Ellis.
A partir de 2006, las redes sociales marcaron un importante paso evolutivo. La aparición de Facebook propuso una “villa global” en donde las personas comparten momentos de sus vidas y contenidos multimedia en cuestión de segundos.
Un año después, la compañía Apple impone sobre el mundo de las telecomunicaciones un salto cualitativo al salir al mercado el primer “iPhone”, marcando un benchmark y el camino a seguir para los llamados “teléfonos inteligentes”. La idea de tener Internet y Aplicaciones en un dispositivo portable y en la palma de tu mano supuso un punto de quiebre generacional verdaderamente monumental:
“Common culture is going away because the Internet is so big and so full of shiny things pulling at our attention that it’s now extremely difficult to get everyone’s eyes on the same thing at anything like the same time. We exist in a state of cultural fracture, and the cracks are slowly but surely reaching through everything.”
— Warren Ellis.
A finales de la primera década del siglo XXI, la migración masiva de datos de servidores físicos a unidades de almacenamiento virtual en Internet (la afamada “Nube”) marcó una tendencia creciente. De igual forma, la normalización de formatos para contenidos digitales a través de plataformas online—tras una larga evolución entre el Laserdisc, DVD, HD-DVD, Blu-Ray y Video-On-Demand—llegó para quedarse.
La inmediatez que promueven las redes sociales fue poco a poco apoderándose de las formas en las que se comparte la información, la publicidad, el entretenimiento, la multimedia y las artes. De igual forma, esta transición fue arrinconando al análisis y al artículo de opinión de gran amplitud y rigor a foros muy reducidos. La idea de tener un “blog” o bitácora en la web para escribir y publicar contenidos de todo tipo llegó a una fecha de caducidad irremediable:
“Blogging about blogging” is an actual crime, but I figure that in 2020 nobody remembers that any more. I tend to ask myself two questions about this place: is it useful, and is it interesting? A lot of that, of course, comes down to “what is this thing even for?”
It’s a personal log, that sends signals to the outside world about my daily status and whether or not I’m alive.
I have a particular set of wants for the isles of blogging. I want to know what you are seeing, doing, thinking. RSS, which is the radio set for blogs. I only post the things I love and it’s nice when someone else loves them too.
The days of personal blogs as any kind of cultural force are long gone, and they’re never coming back. Being the place where I log my days, and, you, reader, for whatever reason, can look over my shoulder.”
— Warren Ellis.
La monetización de los recursos por Internet juega al día de hoy un papel preponderante, convirtiéndose en una fuerza irresistible. Múltiples elementos audiovisuales compiten por nuestra atención en todo momento. Cada click cuenta:
Steps for reading articles:
1. Accept cookies.
2. Block notifications.
3. Deny location to website.
4. Decline invitation to subscribe.
5. Stop auto-playing video ads/mute sound.
6. Dismiss reminder of free articles remaining.
7. Shrink drop down banner.
8. Click “read more”.
9. Give up
— Thomas Pluck.
De esta manera, la “transacción online” y su información inherente se vuelve el blanco de múltiples grupos de interés, comprometiendo al espíritu del Internet como plataforma de unión y colaboración entre las personas.
“The image of the internet as “fun,” “young,” “cool,” “sarcastic,” “irreverent,” etc., is a character written by old media and performed by the youth. Old media demands fetishization of the internet, which young artists are willing to manufacture. Ironically, reified images of the Internet are imbued with an ironic currency, which mimics old media currency.
This virtual currency is acknowledged and promoted by old media because it a) refers to the real currency old media possesses, b) instantly appears in old media’s virtual coffers, c) translates into real currency, d) to the unsophisticated observer it appears to be real currency, e) attributes normativity to old media and de-emphasizes its own virtual nature.
Examples: a Tumblr image with 103 notes, with the words “Facebook,” “WikiLeaks,” “Generation Y,” and “Justin Bieber” in Comic Sans in pink and blue with drop shadow and lens flare; a Dr. Phil show devoted to “the dangers of the Internet;” a news article referring to Anonymous as a “group;” the presentation of Google Image Search, Yahoo! Answers, and 4chan as “readymades” or “found art.”
— Blaise Larmee.
Temas como la Piratería, el Crimen Cibernético, la Protección de Datos Personales, Derechos de Autor, la Auto-Regulación, los Listicles, la Guerra Digital, los Clickbaits, Fake News, las Dobles Agendas, la Hostilidad, el Sensacionalismo en los artículos de opinión, el Buen Uso, la Saturación, la Censura y la Libertad de Expresión se vuelven el pan de cada día. Así mismo, los medios informativos poco a poco han ido adaptándose a la evolución del Internet, incluyendo a su visión editorial, su integridad, su calidad y percepción ante el público.
La intrusión de la vida digital en nuestro espacio personal nos expone a un escrutinio que puede resultar atroz si no se tiene el debido cuidado. El respeto a la privacidad y la gestión de la paz mental es un esfuerzo constante y que depende completamente de nosotros:
“You don’t have to live in public on the Internet if you don’t want to. Even if you’re a public figure, or micro-famous like me. I don’t follow anyone on my public Instagram account. No shade on those who follow me there, I’m glad you give me your time—but I need to be in my own space to get my shit done. You want a “hack” for handling the Internet? Create private social media accounts, follow who you want and sit back and let your bespoke media channels flow to you. These are tools, not requirements. Don’t let them make you miserable. Tune them until they bring you pleasure.”
— Warren Ellis.
La apertura provocada por el Internet no solamente ha reducido distancias, sino también ha promovido la imposición de paradigmas de modernización acelerados.
“We found that most large firms are already taking action. They are using technologies like social media, mobile, analytics and embedded devices to change their customer engagement, internal operations and even their business models […] Digital maturity matters. It matters in every industry. And the approaches that digitally mature companies use can be adopted by any company that has the leadership drive to do so […] not only to build digital innovations, but also to drive enterprise-wide transformation.”
— The Digital Advantage: How digital leaders outperform their peers in every industry; CapGemini Consulting, MIT Center for Digital Business, 2012.
En la actualidad, la “Digitalización” del mundo es una realidad, y la vida dentro de un mundo interconectado hace imperativo que los modelos de pensamiento y socio-económicos se actualicen y aprovechen este nuevo orden para el beneficio y progreso de la humanidad, nunca lo contrario.