Primer | Estados Unidos, 2004
Escrita, producida y dirigida por Shane Carruth
Reparto: Shane Carruth y David Sullivan
Musicalización y Edición por Shane Carruth
Distribuida por ThinkFilm
El ingeniero y matemático Shane Carruth incursiona en el mundo del celuloide con una película de bajo presupuesto que capturó a las audiencias del independent cinema en el año 2004: Primer.
Ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Sundance, Primer narra la historia de Abe (David Sullivan) y Aaron (Carruth), dos brillantes genios que llevan a cabo un proyecto de ciencias en el garaje de su casa: la construcción de un artefacto cuyos fines son desconocidos para nosotros. No es sino hasta avanzada la trama que el espectador se da cuenta — sin que el film lo aclare explícitamente — que se trata de una máquina del tiempo. Tras el éxito del experimento, la oportunidad y la fortuna están a la vuelta de la esquina para los dos prodigios. Sin embargo, un suceso al parecer terrible en su pasado los lleva a ponderar la posibilidad de alterar el rumbo de las cosas.
Primer es un film esculpido bajo parámetros complejos e hipnóticos, siendo esa aura extraña de indefinición uno de sus atributos más interesantes. El film triunfa al evitar en todo momento el mencionar la frase “time travel” (a lo largo de sus espléndidos 77 minutos de duración) creando a su vez las condiciones propicias para que el espectador formule esta posibilidad por cuenta propia.
Carruth sorprende en su debut con una gran cinematografía, donde resalta el sumo cuidado en la economía y precisión de las tomas, empleando contrastes efectivos con luz natural para delinear un ambiente rancio lleno de subterfugio e intenciones a medio decir. Carruth hereda la maestría de un Michael Mann para aprovechar al máximo el uso de los colores para establecer ambientes que detonan enigmas y situaciones de presión psicológica, violencia y sobresalto.
La estructura narrativa la podemos dividir en 2 secciones: en la primera parte de la cinta la audiencia atestigua el experimento. El guión exige la suspensión de la incredulidad del público al ser expuesto a un sin fin de conceptos técnicos en los cuales los protagonistas analizan la factibilidad de darle vida a un concepto revolucionario, consiguiendo y ensamblando piezas, probando y disertando a través de technobabble la capacidad de resistencia del producto final.
No cabe duda que la intención del director es ponernos a nosotros en ese segundo plano, obligándonos a ser partícipes mudos, despertando nuestra curiosidad y paciencia para ver funcionando a la misteriosa máquina.
Una vez que Abe y Aaron logran montar, probar y comprobar el éxito del experimento, es donde surge la inherente realidad: hay que buscar una aplicación práctica de esta invención. Es aquí donde Primer entra en su segunda etapa y la más importante: las posibles implicaciones morales, el desgaste físico y el sacrificio psicológico que representa la oportunidad de viajar en el tiempo.
Carruth utiliza un mecanismo ingenioso para explorar este tema: un evento violento, suscitado tiempo atrás y sobre el cual el film no exhibe detalle alguno, fiel al estilo y tono ambiguo que el director ha formulado sobre su obra, un McGuffin exquisito que de forma efectiva se plasma sobre la pantalla.
Dado que esto es una ciencia no probada, incierta, el realizador especula un poco con los posibles resultados de un viaje en el tiempo, sin caer en los típicos clichés de los films de su tipo, añadiendo detalles interesantes (la dificultad en la escritura, los desmayos, el riesgo de los múltiples/infinitos doppelgängers) que dejan sobre la imaginación del espectador una posible catástrofe que implica el desplazarnos una y otra vez entre cada instante.
Esta fractura en la sucesión de los eventos que se tejen sobre este intrigante relato nos lleva siempre a intentar darle un orden coherente, capturando nuestra atención para no perder detalle alguno de lo que está pasando. Los momentos de tensión son genuinos, sobre todo cuando la película nos sugiere levemente un dejo de moral cuestionable en alguno de los protagonistas.
Un tema importante dentro de Primer es el de la ambición: Abe intenta tener una consciencia lo suficientemente fuerte para salir de esta espiral sin salida, mientras que por otro lado Aaron, en un principio escéptico, abraza por completo las posibilidades de este hallazgo. Dicho freno moral está en riesgo de perderse, creando el drama necesario para que el film se transforme por completo.
Si Pirates of Silicon Valley (Martyn Burke, 1999) nos cautivó por darnos un atisbo del duro precio que se tiene que pagar como emprendedores en el terreno tecnológico, Primer es sin duda una mirada torcida, pero de igual forma atrayente, donde la etiqueta de Ciencia Ficción desaparece, convirtiéndose a su vez en una cautionary tale sobre las consecuencias inherentes dentro del método científico, y que como un paquete completo nos entrega un film altamente recomendable que requiere ser revisitado una y otra vez para descubrir todos sus secretos.