Fueron las semifinales más raras en décadas: Deportivo La Coruña-Porto y Chelsea-Mónaco. El conjunto monegasco, de la mano de Morientes, deja en el camino al Madrid, dando la campanada del certamen. José Mourinho dirigía a Os Dragões a una época de gloria y a una victoria fácil en la final, jugada en Gelsenkirchen.